Por Andrea Ramos, vicepresidenta de Adaptación Climática de Kilimo
Este año, la Organización de las Naciones Unidas dedica el 22 de marzo, Día Mundial del Agua, a la conservación de los glaciares, ecosistemas críticos que alimentan ríos y acuíferos esenciales para la vida y la agricultura.
Se trata de una meta necesaria, pero al mismo tiempo, difícil de cumplir si no sabemos cómo abordarla con acciones concretas. Frente a este desafío, lo primero que tenemos que hacer es mirar alrededor y preguntarnos: ¿Cómo vemos estos desafíos en los territorios locales? ¿Cómo afecta la escasez a actividades productivas como la agricultura, que utiliza cerca de un 70% del agua disponible en el mundo para funcionar?
Cuando no contamos con agua suficiente, la producción agrícola y las comunidades rurales sufren las consecuencias. Esto es algo que ya vemos en Chile y a veces, la urgencia de encontrar respuestas nos hace perder de vista lo más importante: las soluciones están en el mismo territorio.
Durante millones de años, la naturaleza ha diseñado su propio sistema de gestión del agua, perfeccionándolo en cada detalle. Hay lecciones, por ejemplo, en los suelos esponjosos de los bosques, que retienen la humedad hasta el ritmo preciso con el que los glaciares almacenan y liberan agua.
Por otra parte, la tecnología entrega grandes avances en cuanto a optimización del riego. Tomar como inspiración esos procesos naturales y luego aplicar herramientas que maximizan el uso eficiente del agua, entrega la oportunidad de aprender de lo que la naturaleza hace mejor para enfrentar de manera efectiva el cambio climático.
Lograrlo implica “hackear” el riego, a través de acelerar la implementación de soluciones basadas en tecnología y conocimiento local. Cuando sumamos en esta gran meta a los agricultores, más las empresas que cuentan con objetivos de seguridad hídrica y a quienes están a cargo de escalar esas soluciones, estamos generando círculos virtuosos para las comunidades que se benefician de una gestión del agua más eficiente, y también para los ecosistemas, porque contribuimos a la regeneración y preservación de los recursos hídricos en las cuencas donde trabajamos.
Visto así, el aporte de la tecnología es mucho más que datos y procesos. Es utilizar los avances creados por la inteligencia humana y aplicarlos a proyectos de acción colectiva que comprometen a diversos actores en torno al equilibrio hídrico.
Un aspecto fundamental de todo esto es que aunque el desafío del agua es global, cuando hablamos de agua, la única respuesta posible es hiperlocal. Un proyecto puntual que aborde la problemática de la escasez de agua desde un campo de cítricos ubicado en la Cuenca del Maipo, puede parecer pequeño, pero cuando muchos agricultores y empresas avanzan juntos, el impacto crece exponencialmente. La colaboración acelera los cambios y por eso, en este Día Mundial del Agua, hacemos un llamado a pasar del discurso a la acción. Con decisiones claras y trabajo conjunto, podemos revertir la crisis hídrica y asegurar que el agua siga siendo un motor de desarrollo para todos.
