Por María Elba Chahuán, Vicepresidenta y Fundadora de Unión Emprendedora
Las empresas chilenas lideradas por mujeres generan aproximadamente el 20% del Producto Interno Bruto (PIB) de Chile y emplean a más del 30% de la fuerza laboral, según datos del Servicio de Impuestos Internos. Así de relevante es el impacto femenino en la economía. Tanto en Chile como en Latinoamérica, las pymes lideradas por mujeres no sólo son generadoras de empleo, sino que además son un motor de innovación y transformación social. De hecho, según ProChile, el 25% de las exportaciones no tradicionales del país son realizadas por empresas dirigidas por mujeres, según datos de ProChile.
Pese a estas prometedoras cifras, el potencial femenino en los negocios continúa limitado por barreras estructurales. Hoy, las mujeres que están al frente de un emprendimiento enfrentan desafíos en el acceso a financiamiento, redes de contacto y oportunidades de escalamiento en comparación a sus pares masculinos.
No es casual que muchas emprendedoras terminen desarrollando negocios que, aunque viables, se mantienen en una escala más pequeña, sin lograr el crecimiento exponencial que sí consiguen otras empresas. Las cifras macro son un factor a tener en cuenta, pero la pregunta de fondo que todos deberíamos hacernos es: ¿Qué pasaría si las pymes lideradas por mujeres tuvieran el mismo acceso a financiamiento y apoyo estratégico que todo el resto? La respuesta es simple: su impacto en el PIB sería aún mayor, generando más puestos laborales y dinamismo económico.
Cambiar este escenario requiere potenciar políticas públicas que faciliten la entrega de créditos y la capacitación específica para mujeres emprendedoras. No es una tarea que corresponda a un único actor, ya que tanto el Estado como el sector privado cumplen un rol clave en la generación de alianzas estratégicas que permitan a las emprendedoras ingresar a nuevos mercados y ser parte de cadenas de valor más robustas. Iniciativas de este tipo no deben surgir como un ‘favor’ ni un sistema de cuotas, sino tras el real convencimiento de que la diversidad es una ventaja competitiva dentro del mercado.
Si de verdad queremos una economía más inclusiva y potente, tenemos que reconocer el talento, la creatividad y la resiliencia de miles de mujeres que, con las herramientas adecuadas, podrían estar liderando el próximo gran salto económico del país. Es hora de abrir más puertas y entregar los recursos para que éstas no se cierren al primer vendaval, porque cuando más mujeres emprenden, mayor es la transformación de la comunidad y crece el impacto en el desarrollo social y económico de los países.