El calor extremo en la zona central desafía nuestras ciudades y nos llama a la acción
Las temperaturas en Santiago no ceden. En pleno marzo, los termómetros siguen marcando cifras que antes eran exclusivas del verano, con pronósticos que podrían alcanzar hasta los 33°C esta semana. Pero, ¿qué está ocurriendo? ¿Es una anomalía pasajera o una señal de cambio más profundo?
Según Raúl Cordero, climatólogo y académico del Departamento de Física de la Universidad de Santiago (Usach), la respuesta es clara: el calentamiento global está extendiendo la temporada de calor, “devorando” las estaciones intermedias.
“El verano en la zona central del país es hoy, en promedio, un mes más largo que hace unas pocas décadas atrás. Hoy, el verano dura cuatro meses. En términos de temperatura, comienza antes y termina después”, explica el experto.
Más días de calor extremo: Un llamado de atención
El fenómeno no es aislado. En 2023, Santiago registró más de 90 días con temperaturas sobre los 30°C, más del doble de lo que era común hace algunas décadas. Y este año, la situación sigue la misma tendencia.
A esto se suma un fenómeno adicional: el Niño Costero, un calentamiento anómalo en la costa de Ecuador y Perú que está afectando el clima de Sudamérica. Mientras en Chile alarga el verano, en Argentina ha generado lluvias sobre el promedio.
Pero no todo está perdido. Estos cambios, aunque desafiantes, nos abren una oportunidad única: adaptar nuestras ciudades y hábitos a una nueva realidad climática, donde la sostenibilidad es clave.
¿Qué podemos hacer?
El aumento de las temperaturas no solo nos invita a ser más conscientes sobre el cambio climático, sino que también nos da la posibilidad de replantear la forma en que diseñamos nuestras ciudades y vivimos el día a día.
Infraestructura verde: Ciudades con más árboles, techos verdes y sombra natural pueden reducir significativamente el efecto de isla de calor.
Energía eficiente: Optar por sistemas de refrigeración pasiva, uso de energías renovables y eficiencia energética en los hogares.
Consumo responsable de agua: El estrés hídrico es una realidad; cada gota cuenta. Desde sistemas de recolección de agua lluvia hasta prácticas de riego eficiente, todos podemos aportar.
Educación y conciencia climática: Cambiar hábitos y exigir políticas públicas que pongan la sostenibilidad en el centro del desarrollo urbano.
El calor intenso es una señal de alerta, pero también una oportunidad para rediseñar nuestra relación con el entorno y construir un futuro más resiliente y sustentable.