Por María Elba Chahuán, vicepresidenta y fundadora de Unión Emprendedora
La informalidad en las pymes y emprendimientos es un tema que nos debería importar a todos. En un país donde las pequeñas y medianas empresas representan una parte crucial de nuestra economía, la informalidad no es sólo una estadística; es una realidad que afecta especialmente a las mujeres emprendedoras. Durante 2024, según cifras del INE, la tasa de ocupación informal fluctuó entre el 27% y más del 30% en algunas regiones, dejando en evidencia la magnitud del problema.
Cuando hablo con emprendedoras, muchas me cuentan que su camino comenzó por necesidad más que por visión. Crear una pyme fue una forma de salir adelante, de sostener a sus familias, de dedicarse a algo rápido cuando las oportunidades laborales eran escasas o insuficientes. Este origen, marcado por la urgencia, es una de las principales causas de la informalidad, y este fenómeno es especialmente visible en regiones como Tarapacá, Valparaíso, O’Higgins y Los Ríos. Según datos del Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género, hoy las mipymes representan el 65,3% del empleo formal en Chile y de esa cifra, el 38,6% de los trabajadores son mujeres.
El problema es que muchas veces, las emprendedoras no cuentan con el conocimiento ni los recursos para formalizar su negocio y aquí está el primer gran desafío: la falta de acceso a información y educación financiera. Si una persona no sabe cómo iniciar un negocio formalmente, cómo pagar impuestos u obtener un crédito, la informalidad se convierte en una decisión casi automática.
Por otro lado, todavía existe desconfianza hacia el sistema formal. Muchas pymes sienten que los costos de formalizarse superan las ventajas. De hecho, según el Informe de Diagnóstico del Emprendimiento 2023 del Ministerio de Economía, el 77% de los emprendedores informales percibe que los costos asociados a formalizar un negocio son superiores a los beneficios obtenidos. La burocracia y la percepción de que los beneficios son mínimos generan una barrera psicológica y económica que perpetúa la informalidad. Por eso, es aquí donde debemos replantear nuestras estructuras: hacer que el sistema sea más accesible, transparente y beneficioso para quienes están dispuestos a dar el salto a la formalidad.
Para las mujeres, estos retos son aún mayores. Muchas emprendedoras trabajan en sectores tradicionalmente informales, como el comercio minorista o los servicios. Además, enfrentan barreras culturales y de género que limitan su acceso a redes de apoyo, financiamiento y capacitación. Por ejemplo, una emprendedora que también es madre suele tener menos tiempo para dedicarse a formalizar su negocio o buscar oportunidades de desarrollo. De acuerdo a investigaciones del Observatorio de Género y Equidad, las mujeres que emprenden y tienen hijos dedican en promedio 9 horas semanales más que los hombres a tareas no remuneradas. Esta carga invisible es una de las razones por la cual muchas prefieren permanecer en la informalidad.
Para superar este problema debemos considerar varias líneas de trabajo. Primero, necesitamos educar y acompañar. Las capacitaciones pueden realizarse a través de alianzas público-privadas y deben estar diseñadas para las realidades específicas de las emprendedoras. Se requieren programas que no sólo expliquen cómo formalizar un negocio, sino que también aborden temas como la gestión del tiempo, la digitalización y el acceso a financiamiento. Además, es crucial que estos programas sean accesibles en términos de tiempo y lugar, para que se adapten a las necesidades de mujeres que muchas veces deben equilibrar sus emprendimientos con otras responsabilidades.
En paralelo, debemos trabajar en la confianza. Esto significa simplificar los procesos, reducir la burocracia y crear incentivos reales para la formalización. Si las emprendedoras ven un beneficio tangible, como acceso a créditos con mejores condiciones, redes de contactos o programas de apoyo estatales, estarán más dispuestas a dar ese paso.
No podemos pasar por alto el fortalecimiento de las comunidades de apoyo. Una emprendedora recién formalizada puede ser una guía para otras. Crear redes donde las mujeres puedan compartir experiencias, aprender juntas y apoyarse mutuamente es una de las estrategias más efectivas, porque al final del día, lo que estamos buscando es construir un ecosistema donde todas las emprendedoras puedan salir adelante.
La informalidad es un desafío enorme, pero al mismo tiempo una oportunidad. Si logramos cerrar estas brechas, estaremos fortaleciendo a nuestras pymes y emprendimientos y creando un país mucho más equitativo y resiliente.