Por Ramón Cardemil, gerente de producción agrícola de Empresas Iansa.
En octubre de este año Chile fue destacado por el World Economic Forum como pionero en inversión de energías renovables. En la plataforma digital “Playbook of Solutions to Mobilize Investment for Clean Energy in the Global South” apuntaron al país como un lugar que ha logrado inversiones en energía limpia en mercados emergentes y en desarrollo.
Las Energías Renovables No Convencionales (ERNC) se han transformado en fuentes principales de la matriz eléctrica del país. Según el último informe de la Comisión Nacional de Energía, aportan el 47,3% al Sistema Eléctrico Nacional.
Por ejemplo, hablemos de la energía solar: Chile ostenta el primer lugar en el mundo en su consumo, según un informe de Our World In Data. De acuerdo con la Asociación Gremial de Generadoras de Chile, hasta marzo de 2022 existían 6.328 MW de instalaciones solares, logrando una penetración del 20% en el sistema.
Si pensamos en el sol, se nos viene a la mente el norte. Pero, ¿qué pasa en el sur del país? Entre el Maule y Ñuble – que son las regiones meridionales que cuentan con centrales solares – solo hay seis que pertenecen a las Generadoras de Chile. Una diferencia abismal con el norte, que tiene 1.505 plantas construidas.
En el sector agroindustrial, la energía solar ofrece importantes beneficios: representa una alternativa económica, garantiza una mayor seguridad en el suministro eléctrico y permite a los productores disminuir su impacto ambiental al reducir su huella de carbono. Por eso hay un proyecto fotovoltaico que es necesario destacar en este sector: se trata de cuatro plantas solares que se instalarán en seis predios agrícolas en Parral y Chillán bajo el alero de Empresas Iansa y con la implementación de Enel X. El proyecto energizará 980 hectáreas de sus cultivos con riego tecnificado y producirá un total de más de 2.395 MWh/año.
Para 2035 Chile espera generar al menos el 60% de electricidad a partir de energías renovables y alcanzar un 100% de generación eléctrica sin emisiones en 2050. Por ello, el llamado al sector privado, específicamente a la agroindustria, es a seguir aportando al país e ir más allá de la regulación. Porque solo con el proyecto mencionado anteriormente se reducirán por año 580 toneladas de emisiones de CO2 en el ambiente y si multiplicamos este número con cada empresa que tenga la oportunidad de hacerlo, va a generar un gran impacto en las comunidades y el país.