Por Rodrigo García, jefe Desarrollo Fertilizantes Especiales de Empresas Iansa
Sustentabilidad es el sustantivo que hoy preocupa a los productores agrícolas cuando nos referimos al suelo como recurso natural y de hecho vemos que a nivel técnico, las miradas apuntan hacia cómo recuperar sus condiciones deseables, luego de años de prácticas desgastantes y contaminantes. Adicionalmente, debemos considerar el potencial que éste representa en todo lo que respecta a tendencias mundiales, con conceptos tales como suelo vivo, agricultura regenerativa, captura de carbono, entre otros.
Para definir el suelo podemos empezar desde un concepto muy simple: el medio en el cual crecen los cultivos agrícolas. Podemos agregar también que es una mezcla de minerales (limo, arcilla y arena), agua y materia orgánica en porcentajes variables, las cuales, permiten diferenciarlos en cuanto a sus características de fertilidad. Tiene también una edad cronológica definida, sobre la cual sabemos bien cómo se ha formado en sus distintos tipos; la etapa de madurez en que se encuentra y también las causas que han determinado su deterioro. Hoy también sabemos que todo lo anterior afecta, positiva o negativamente la productividad de los cultivos.
Para cualquier agricultor el suelo es un reservorio de agua y elementos minerales de los cuales se nutren los cultivos y, últimamente, se les escucha referirse reiteradamente al suelo como un aliado que está cansado. Pero ¿A qué se refiere este cansancio?
Hoy tenemos claro que lo que permite mantener el vigor de los suelos es el contenido de materia orgánica del mismo. Ésta fluctúa entre un 1% hasta un 30%, dependiendo de la zona agroecológica. La realidad en Chile es que gran parte de la agricultura intensiva se desarrolla actualmente en suelos con tenores de materia orgánica por debajo del 2%, donde históricamente se ha tenido que recurrir a aplicaciones externas de enmiendas orgánicas para tratar de superar limitantes físicas y químicas en los suelos o aguas de las zonas productoras.
Actualmente los mayores desafíos en relación con el suelo son encontrar la forma de mantener los altos rendimientos que nos exige el mercado, con una cosecha de calidad, incorporando al mismo tiempo manejos sustentables que nos permitan, como sector, cumplir los objetivos de disminución de huella hídrica y lograr una mayor captura de carbono, en un esquema productivo intensivo.
Estos desafíos son mayores en sectores como el frutícola, donde ya no tenemos la posibilidad de rotar anualmente las especies o cambiar de campos, lo que nos obliga a trabajar bajo un sistema de monocultivos. Esta práctica agrícola va desgastando el suelo en términos orgánicos, produciendo un aumento en la compactación, la que afecta directamente el volumen de macroporos Esto trae como consecuencia sistemas radiculares pobres, con lenta regeneración de raicillas blancas o absorbentes (las más activas al momento de conducir el agua y los nutrientes al interior de la planta), disminución de la tensión de oxígeno en la solución del suelo, lento movimiento del agua, asfixia radicular, aparición de enfermedades y limitando finalmente así todo el proceso productivo de nuestros cultivos.
La materia orgánica es vital, ya que permite mantener las características de estructura de los suelos a fin de prolongar su capacidad productiva. Pero esta característica no sería posible sin la interacción con la fracción biológica de los mismos. Esta materia orgánica estable, es producida por hongos y bacterias benéficos, que se encargan de acelerar la descomposición de la materia orgánica en moléculas estabilizantes, además de aportar a un equilibrio biológico en el suelo, restringiendo también el desarrollo de microorganismos patógenos, al rellenar los llamados nichos biológicos.
Hoy nos vemos ante la necesidad de comenzar a alimentar este suelo con materias orgánicas lábiles, que permitan proliferar la población de esta microfauna o microbiota benéfica, la cual en su acción fijan aproximadamente un tercio del carbono orgánico en este proceso de descomposición. En Empresas Iansa hemos aceptado este desafío, formulando fertilizantes y enmiendas orgánicas en base a coproductos de la industria remolachera, con un doble propósito: propósito: por un lado, buscamos incorporar conceptos de circularidad y reutilización de coproductos como materias primas, y al mismo tiempo lograr el objetivo de aportar a una agricultura regenerativa para los suelos agrícolas, devolviendo al equilibrio natural con productos que alimentan y permitan la multiplicación de microorganismos benéficos. Así, lograremos un mejor desarrollo de las raíces de los cultivos y mayores niveles de fijación de carbono
Desafiarnos a innovar nos permite cumplir con las premisas que la industria, consultores y asesores agrícolas necesitan, particularmente conceptos modernos de manejo y mejora del suelo, trazabilidad y sustentabilidad, y al mismo tiempo que los agricultores puedan mantener sus ingresos sin sacrificar rendimientos.