Por Juan Anzieta, Gerente de Bosques y Sustentabilidad de Arauco
Llevamos años hablando de los grandes desafíos que nos ha puesto el cambio climático, cuya esencia está implícita en una disyuntiva central: ¿cómo responder a las crecientes necesidades materiales del ser humano al mismo tiempo que hacemos mayores esfuerzos por proteger el medio ambiente? Sabemos que para los problemas complejos no existen soluciones simples. Y el cambio climático es acaso el desafío más complejo de nuestro tiempo.
Lo que sí sabemos es que los árboles representan una de las estrategias más potentes para avanzar en mitigaciones al cambio climático, porque son la mayor infraestructura biológica del planeta y los mejores captadores de CO2. No existe hoy en el mundo tecnología capaz de replicar la fotosíntesis. Todos los árboles, sin distinción, nativos y plantaciones, saben hacer muy bien su trabajo. La mejor forma de combatir el cambio climático es con más naturaleza.
El planeta necesita más árboles. Y mejores árboles, también. Es así como a través del conocimiento y desarrollo científico se han generado avances en materia de intensificación, esto es, cómo podemos hacer más con menos. Y es que manejados responsablemente -con los cuidados ambientales y sociales exigidos por los certificadores internacionales de manejo forestal sustentable- los bosques son un recurso natural renovable que ofrece soluciones de largo plazo para satisfacer las demandas actuales de la humanidad y, al mismo tiempo, descarbonizar nuestro mundo.
La madera como material sustentable para la industria de la construcción, la pulpa necesaria para fabricar el papel que permite reemplazar al plástico o la fibra textil a partir del árbol que contribuye a descontaminar la industria de la moda, son ejemplos concretos de las soluciones que entregan los bosques frente a la crisis climática. Sin perjuicio de lo anterior, también es necesario avanzar hacia una verdadera bioeconomía circular, esto es, cómo rompemos la inercia que impera en nuestra economía, pasando de lo fósil a lo renovable y de la lógica lineal del “producir, usar y desechar”, a una vida “cero residuos”.
Un manejo forestal responsable entrega madera certificada que permite reducir la enorme presión por recursos que afecta a los bosques nativos, cuya deforestación y degradación representa un 20% de las emisiones mundiales de CO2.
La actividad silvícola tiene la gran responsabilidad -y a la vez la enorme oportunidad- de ser un aporte a gran escala para los desafíos climáticos, persiguiendo un sano equilibrio y complementariedad entre la producción forestal responsable y la conservación y restauración del bosque nativo y su biodiversidad. Por eso, en estas fechas en que se celebra su día, es importante recordar y agradecer el rol clave que tienen los árboles para el desarrollo sustentable del planeta.