Por Claudio Seebach, Decano Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Adolfo Ibáñez
El calentamiento global, la irrupción de la inteligencia artificial, la revolución de la ingeniería biológica y los cambios vertiginosos en el mundo digital subrayan la importancia de contar con profesionales capacitados y la necesidad de motivar a que los futuros ingenieros e ingenieras desarrollen su labor con vocación, empatía y responsabilidad.
El 13 de mayo 1647, a las 10:30 de la noche, Chile experimentó un devastador terremoto. Con una magnitud estimada de 8,5 grados en la escala de Richter, el sismo provocó la muerte de casi mil personas, el 25% de la población, y la destrucción de gran parte de Santiago, lo que impulsó una de las más grandes obras de reconstrucción que ha emprendido la ingeniería nacional.
En memoria de esta tragedia, y en reconocimiento del excepcional trabajo de reconstrucción llevado a cabo por esos primeros ingenieros e ingenieras, cada 14 de mayo conmemoramos el Día Nacional de la Ingeniería. Una jornada que nos motiva a reflexionar sobre la importancia y los desafíos de esta profesión que ha contribuido a superar con resiliencia los altibajos de la historia de Chile y el mundo.
Ya desde las civilizaciones antiguas, la ingeniería era reconocida y desarrollada por grandes intelectuales: desde Imhotep en el antiguo Egipto hasta Justicia Acuña que abrió las puertas de la ingeniería a las mujeres en Chile se esforzaron por encontrar soluciones innovadoras a los problemas de la sociedad. Actualmente, según la UNESCO, los ingenieros/as trabajan en la “comprensión, diseño, desarrollo, invención, innovación y el uso de materiales, máquinas, estructuras, sistemas y procesos para fines concretos”. Pero es mucho más que eso.
En un mundo cada vez más desafiante, la ingeniería destaca como un agente de cambio y progreso, capaz de abordar los problemas más urgentes de nuestra sociedad, siempre y cuando se haga con creatividad y empatía. La capacidad de los ingenieros/as para pensar de manera innovadora y trabajar en equipos interdisciplinarios los convierte en pilares fundamentales en la búsqueda de soluciones para los tiempos actuales y futuros.
En pleno siglo XXI, en un contexto marcado por desafíos medioambientales, sociales y tecnológicos, la ingeniería adquiere más relevancia. El calentamiento global, la irrupción de la inteligencia artificial, la revolución de la ingeniería biológica y los cambios vertiginosos en el mundo digital subrayan la importancia de contar con profesionales capacitados y la necesidad de motivar a que los futuros ingenieros desarrollen su labor con vocación, ética y responsabilidad.
En el mundo la “Generación Z”, los nacidos entre 1997 y 2012, están optando crecientemente por estudiar carreras en ingeniería y ciencias. También en Chile, en 2020, se graduaron más de 11 mil ingenieros/as, lo que representa un incremento del 53% respecto al año 2010. Este aumento refleja el compromiso continuo del país y las instituciones con la formación de profesionales que ayuden a mejor la calidad de vida de la población desde la ciencia, la tecnología, la innovación y el emprendimiento en base a ello.
Las áreas en las que un ingeniero/a puede aportar son innumerables: desarrollo de infraestructura, eficiencia y mayor sosteniblidad en el uso de recursos naturales, tecnologías para la medicina, la astronomía o la comunicación, gestión de procesos complejos como la provisión de energía renovable en un contexto de transición energética y la crisis climática. Solo en la medida en que trabajemos de manera colaborativa lograremos una sociedad mejor. Las soluciones a los problemas complejos pasan por el aporte de distintas visiones y especialidades.
Por ello hoy, en el Día Nacional de la Ingeniería, debemos reconocer el aporte de esta disciplina y motivar el trabajo interdisciplinario. Vivimos épocas de transformaciones profundas y enormes desafíos, pero tenemos la certeza de que en la medida en que trabajemos de manera conjunta podremos enfrentar estos retos con vocación y responsabilidad.