En un contexto marcado por la urgencia de abordar la crisis de la contaminación plástica, este martes se inició en Ottawa, Canadá, la cuarta sesión del Comité Intergubernamental de Negociación (INC) de la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA). Con la participación de más de 170 países, este encuentro crucial busca avanzar en la definición de reglas globales y vinculantes para combatir este flagelo que amenaza la salud del planeta y sus ecosistemas.
El objetivo principal de la reunión es elaborar un proyecto de tratado que, de ser aprobado a finales de 2024, regulará la producción, el uso y la disposición del plástico a nivel mundial. Sin embargo, las negociaciones se presentan complejas, marcadas por la necesidad de conciliar las distintas posturas de los países participantes.
El dilema central: ambición contra realidades económicas
Por un lado, organizaciones y naciones buscan un tratado ambicioso que establezca metas claras y exigentes para la reducción del plástico. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha hecho un llamado a la “ambición”, mientras que la coalición de “grandes ambiciones”, liderada por Ruanda y Noruega, aboga por medidas más drásticas.
En su discurso inaugural, Luis Valdivieso, presidente de las negociaciones, enfatizó la necesidad de “no fallar” en la tarea de alcanzar un acuerdo que permita un “futuro libre de contaminación plástica”.
Por otro lado, países productores de petróleo como Arabia Saudita han expresado su preocupación por los potenciales impactos económicos que una regulación estricta del plástico podría generar. El sector industrial, en general, teme que un tratado ambicioso afecte negativamente sus actividades y ganancias.
Un futuro sin plástico: ¿una utopía o una necesidad urgente?
Desde Ottawa, Canadá, Alex Godoy, director del Centro de Investigación en Sustentabilidad de la Universidad del Desarrollo (CISGER), señaló que el objetivo principal debe ser la reducción drástica del uso del plástico en todas sus formas, desde una perspectiva global, considerando los impactos en la salud humana, los ecosistemas y el clima que tiene este.
Godoy destacó la importancia de establecer mecanismos de cumplimiento efectivos que incluyan la responsabilidad de los productores, la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas al plástico y la implementación de reportes globales con mecanismos de verificación.
Un camino desafiante
A pesar de que existe un consenso generalizado sobre la gravedad de la crisis del plástico, aún se divisan diferencias entre las partes. Los avances logrados en las rondas de negociación anteriores, si bien escasos, representan un paso inicial hacia un acuerdo vinculante.
La quinta y última ronda del INC se llevará a cabo a finales de este año en Busan, Corea del Sur. Allí, se espera que se alcance el texto final del tratado que marcará un hito en la lucha contra la contaminación plástica.
“En las manos de los negociadores en Ottawa y más allá, yace la oportunidad de forjar un futuro más limpio y sostenible para las generaciones venideras”, afirmó Godoy.
Por lo tanto, la pregunta que queda flotando en el aire es si los líderes mundiales podrán sobreponerse a sus diferencias y actuar en unión por el bien común, o si sucumbirán ante los intereses particulares. En la balanza entre la urgencia de la acción y la complejidad de los intereses en juego, se define el curso de la historia ambiental de la humanidad, una vez más.