Por Carolina Sepúlveda, directora de Innovación y Transferencia de la Universidad Alberto Hurtado
Este año la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), celebra el día internacional de la propiedad intelectual poniendo el foco en los objetivos de desarrollo sostenibles (ODS), con el slogan: Construyendo un futuro común con innovación y creatividad.
Cabe destacar que este enfoque no sólo apunta a la necesidad de que los nuevos desarrollos tengan en cuenta sus impactos en materia de sostenibilidad, sino también se refiere a aquellos cuyo objetivo primordial es precisamente la solución de desafíos sociales, lo que comúnmente denominamos innovación social.
Esto es relevante por cuanto, como señala la OCDE, la innovación social puede constituirse, hoy en día, como un catalizador relevante para producir cambios positivos en la población y un instrumento clave para abordar desafíos sociales emergentes, cada vez más recurrentes en todas las latitudes del planeta.
La buena noticia es que recientemente se han incrementado este tipo de desarrollos, lo cual ha estado gatillado, principalmente, por el acceso a herramientas como la inteligencia artificial y otras tecnologías digitales. Ello ha permitido que las investigaciones en ciencias sociales y humanidades puedan llegar directamente hacia los usuarios a través de tecnologías destinadas a la educación, salud, participación democrática, entre varias otras áreas.
Si bien este tipo de innovaciones tienen lógicas distintas a la tradicional, principalmente en lo que se refiere a la exclusividad en el mercado, por su vocación de impactar a la mayor cantidad de personas posible, igualmente necesitan de la propiedad intelectual para su sustentabilidad.
Usualmente estas innovaciones requieren de portafolios diversificados, que necesitan ser identificados a través de marcas y diseños, en algunos casos las nuevas metodologías se traducen en procesos tecnológicos novedosos que impactan el estado de la técnica generando patentes de invención, y también secretos empresariales, todo lo cual les permite generar modelos de negocios viables.
Para países como Chile la fuerza que está tomando este tipo de innovaciones es una gran oportunidad, no sólo porque tenemos investigación en ciencias sociales y humanidades de primer nivel, de acuerdo con los rankings internacionales, sino también porque hemos logrado un liderazgo en materia de inteligencia artificial (AI), según el índice latinoamericano de AI, y nos hemos destacado en el desarrollo de softwares vanguardistas.
En este contexto, la innovación social junto a la propiedad intelectual nos abre las puertas para posicionarnos como líderes de estos desarrollos y también para resolver, a nivel local, problemas estructurales que nos pueden catapultar hacia un desarrollo económico más sofisticado, equitativo y sostenible dentro de los próximos años.