Por Camila Capponi, HR Manager de NTT Chile
41% de los trabajadores señalan sentirse estresados el día previo a iniciar su jornada laboral y 13% totalmente irritados. Las razones son muchas, desde los problemas personales, las presiones familiares y los temas de salud. Así lo reveló el estudio “Estado de Lugar de Trabajo Global Informe 2023”, elaborado por la consultora Gallup.
Los resultados señalados muestran a una fuerza laboral más molesta y frustrada, independiente de que ésta pueda realizar el trabajo diario en forma remota. A su vez, la mayoría de las empresas están buscando nuevas formas de motivar la presencialidad de sus trabajadores. Entonces, ¿cómo revertimos el enojo o más bien la frustración de una era moderna que se cuela en nuestros espacios laborales? Las respuestas son diversas, desde la implementación de programas con foco en el reconocimiento, el desarrollo de espacios para la realización de coaching hasta talleres de capacitación en torno a la incorporación de habilidades blandas, entre otras acciones. Sin embargo, de todos estos factores hay uno que a veces se nos olvida: los espacios de trabajo, a aquellos lugares físicos que nos acompañan día a día, mucho más que nuestros propios hogares.
Sin duda, las empresas tienen el desafío de generar un mayor compromiso con las nuevas generaciones de trabajadores, en especial con los millennials y centennials, personas que suelen privilegiar espacios más dinámicos e interactivos. Las tendencias de diseño en el lugar de trabajo es un ámbito innegable. Por ejemplo, las oficinas de grandes multinacionales están priorizando el desarrollo de espacios más flexibles, modulares que contribuyan al bienestar de los colaboradores, siempre teniendo acceso a las nuevas tecnologías.
También surge la creación de espacios de “no trabajo”, es decir, espacios que buscan promover lugares para la creatividad de los equipos. Esto se puede graficar en la implementación de sillones que sean cómodos para el descanso, la utilización de consolas de videojuegos o, por ejemplo, la utilización de una mesa de pin pon. Ahora bien, el desafío está en cómo podemos enseñar, en especial a las jefaturas, a cómo administrar de mejor forma estos espacios. La respuesta está en la incorporación de hábitos. En países como Australia hay oficinas en donde un día a la semana se suele escuchar una canción, opinando los trabajadores sobre ésta y sus significados. Otro patrón de comportamiento es lo que han realizado los estadounidenses, enseñando en los colegios la práctica del “show and tell”, donde los niños enseñan algún artefacto de su preferencia o que le tengan apego y deben explicar que es lo que significa para ellos. Este mismo comportamiento se está aplicando en las oficinas modernas, justamente para propiciar una mayor camaradería y también para comprender y empatizar de mejor manera entre las y los compañeros de trabajo.
El desarrollo de espacios especiales en las oficinas, sin duda, tiene un positivo impacto en las interconexiones neurocognitivas. Propician relaciones de confianza y también de autoconocimiento en donde las personas comienzan a sentirse valorados respecto a su propia individualidad y diferencias respecto del otro. La arquitectura de las oficinas, los espacios abiertos u otros, inciden en nuestros comportamientos y son claves para enfrentar el estrés de las sociedades modernas. No sólo hablamos de dinámicas de trabajo o de metodologías, sino de los espacios físicos por los cuales nos movemos la gran parte del día.