Rafael Rincón-Urdaneta, Líder vocero de los Objetivos de Desarrollo Digital (ODD) de País Digital (FPD).
Luego de leer decenas de ensayos casi idénticos -monótonos, predecibles, insustanciales y llenos de lugares comunes, todos de igual estructura- quedé desconcertado. Aunque había omisiones y datos inexactos o falsos, los textos no eran del todo incorrectos, pero sí pobres, fríos y sin dedicación. Eran tareas de alumnos universitarios que parecían obras de autómatas. Apenas uno llamó mi atención. Sincero, imperfecto y aún con errores aceptables, tenía espíritu, valor, razonamiento y preguntas, algunas audaces. Había esfuerzo, reflexión genuina, honestidad.
Como al final reconocieron, la mayoría de los estudiantes usó la misma herramienta de inteligencia artificial (IA) generativa. Sólo uno, el referido como excepción, se dedicó a analizar e hizo el mejor trabajo. ¿Usó internet, Google como mínimo? Definitivamente. ¿Y Chat GPT o algo parecido? Es probable. Lo que sí es seguro es que también decidió razonar y cuestionar. Los demás se limitaron, como quedó demostrado, a preguntarle a la máquina lo mismo que les pregunté yo a ellos. Copiaron, pegaron y voilà.
Se ha hecho popular la idea de que la tecnología facilita nuestro trabajo porque nos ahorra esfuerzo, hacemos rápidamente lo que de otra manera tardaría y nos deja más tiempo libre. Eso es cierto, pero no es el fin más valioso ni último de la tecnología en general, y tampoco el de la IA. Lo extraordinario es su increíble poder para amplificar nuestras capacidades y lograr maravillas, más la oportunidad de hacernos mucho mejores, dándonos y exigiéndonos a la vez.
Recuerdo el caso al leer sobre la preocupación de Luigi Zingales acerca del futuro del empleo. Dice que habrá descontento y que la IA eliminaría trabajo de nivel bajo dentro del nivel alto; trabajos intelectuales, pero no los más creativos. Dice Zingales: “¿Quiero crear un logo ordinario o algo así? Creo que Chat GPT lo hace mejor que la mayoría de los diseñadores. ¿Quiero hacer la cosa súper extra súper? Siempre habrá una cosa súper extra, pero, ya sabes, son pocos”.
Es razonable suponer que crecerán las desigualdades entre quienes tienen conocimiento, cultura, habilidades y dominio de la tecnología y quienes no. Esto sugiere el estudio “Futuro de la educación en Chile”, de Fundación País Digital y Accenture, que se enfocó en la urgencia de promover el aprendizaje a lo largo de la vida en nuestro sistema educativo. En el mismo reporte se alerta sobre algunos riesgos como que, paradójicamente, la capacidad de acción de los estudiantes se puede ver mermada por un mayor uso de la IA adaptativa en la educación. Esto afectaría algunas de las habilidades fundamentales para ser ciudadanos integrales en las décadas venideras, como la creatividad, el pensamiento crítico, la autoeficacia, la autorregulación, entre otras.
Y es que es vital entender la fórmula “humanos más máquinas” para que las máquinas no “sean más” que nosotros y nos reemplacen sin dificultad. Y peor si es por comodidad, desinterés, inconsciencia o incomprensión del rol de la tecnología. Si yo hubiese querido emplear a alguien del grupo estudiantil hubiese elegido, sin duda, a quien presentó el mejor ensayo. Sí, de seguro le tomó más tiempo hacerlo, pero mostró aptitudes y actitudes correctas y usó inteligentemente herramientas sin autoanularse.
Es difícil decir cómo enfrentar el desafío del empleo, pero Daniel Capó da una pista de cómo las personas comunes podemos asumir hoy nuestra responsabilidad y cómo pueden ayudar las escuelas y familias, más allá de la política pública.
Recuerda Capó que el objetivo de la escuela debe ser convertirnos en la mejor versión posible de nosotros mismos, aunque echa de menos en la educación la lógica del entrenamiento para el deporte de competición: “Un chico que aspira a competir al máximo nivel entrena incesantemente, repite los ejercicios miles de veces, cuida su alimentación, trabaja al máximo su coordinación y su fuerza física, etc […]. Además, anhela parecerse a sus ídolos, sean Messi, Ronaldo, Nadal o Serena Williams. Añade que sin los principios básicos del esfuerzo, de la repetición sistemática de unas habilidades en construcción y sin un horizonte idealizado de la grandeza, no se logra nada realmente valioso.
Algo de eso podemos llevar a la tecnología: Su objetivo es ayudarnos a convertirnos en la mejor versión posible de nosotros mismos. No nos preguntemos cómo sacar el máximo de la tecnología, sino cómo sacar lo mejor de nosotros con ella. Y es que el ahorro de esfuerzo y tiempo no es exactamente -o no sólo- para luego descansar y sentarnos en la playa con una piña colada, sino para poder hacer otras cosas que aporten a la calidad de nuestro trabajo y a nuestro crecimiento. Nos deja más tiempo y energía para pensar, crear, hacer lo que las máquinas no hacen mejor, fortalecer habilidades, estudiar y adquirir mucho más conocimiento… ¡además de divertirnos y estar con nuestras familias!. Una persona sabia, esforzada, ingeniosa, persistente, hábil, moralmente clara y juiciosa con tecnología de punta es un coloso atómico.
El futuro, parece, no será de quienes sólo puedan acceder, comprender y operar las avanzadas tecnologías que tenemos y tendremos. Tampoco de quienes se adapten de modo conformista, sino de aquellos que, con su inteligencia, con el desarrollo de habilidades y con el fantástico poder de la tecnología, hagan las mejores versiones de sí mismos.