Gerardo Díaz, jefe de proyectos Nuevas Fuentes de Agua de Fundación Chile
Aunque no es deportista, Fiu, el pájaro siete colores, fue una de las estrellas de los pasados Panamericanos y Parapanamericanos Santiago 2023, trascendiendo fronteras con su colorido “plumaje”. En enero y en el marco del programa Maipo Resiliente y la campaña “Influye por el agua” – impulsada por el Gobierno de Santiago junto a la asesoría experta de Escenarios Hídricos 2030 de Fundación Chile- estuvo en cuatro eventos de entrega de kits de ahorro de agua, realizados en Peñalolén, Maipú, Puente Alto y Cerrillos, y en marzo estará en La Florida. No estuvo ahí sólo por su popularidad, sino porque representa la vida en los humedales, ecosistemas fundamentales en el ciclo del agua.
Según el Inventario Nacional de Humedales, del Ministerio del Medio Ambiente, se han identificado más de 4.000 humedales en Chile, partiendo en el norte por los salares, lagunas salobres, bofedales, siguiendo por las vegas, ríos, lagos y lagunas en el centro del país, hasta llegar a los de turberas y humedales boscosos de la zona austral. Aunque gran parte de estos sigue sin identificar, se estima que entre todos constituyen del 2 al 3 % del territorio nacional y cerca de un 80% han desaparecido o se encuentran seriamente degradados.
Estos cuerpos de agua no sólo sostienen la vida del pequeño pájaro sietecolores y una enorme biodiversidad, sino que también la del ser humano, por los servicios ecosistémicos que prestan. Entre ellos están la purificación y el suministro de agua dulce, la mitigación de eventos climáticos, el control de inundaciones, la recarga de napas subterráneas, la estabilización de costas, la protección contra marejadas y la retención y exportación de sedimentos, sumado a su rol en la captura de CO2, en particular, en el caso de las turberas.
Pese a que hay una larga suma de argumentos en favor de conservarlos, estos sistemas acuáticos siguen desapareciendo: se les rellena para construir sobre ellos, se les drena para riego agrícola, otras veces se desvían los afluentes que los abastecen de agua (como ocurrió con la laguna de Aculeo), o se utilizan como vertedero, entre otras amenazas recurrentes.
La ley de humedales urbanos, cuyo reglamento entró en vigor a fines de 2020, ha sido un gran aporte para valorarlos, protegerlos y recuperarlos en las ciudades, algo posible porque, como ecosistemas resilientes, reviven si tienen agua, como pasó tras las lluvias del invierno pasado en la zona central. Un caso emblemático es el de la laguna El Peral en El Tabo, que recuperó parte de su espejo de agua, después de haber estado completamente seca en el verano pasado.
Apostamos por esa capacidad para regeneración con algunas de las soluciones hídricas que son parte de Maipo Resiliente, una cartera de proyectos conceptualizada para la cuenca del Maipo. Dos de las 34 soluciones a nivel regional apuntan a regenerar humedales de alta montaña, vegas o bofedales emplazados en el nacimiento del río Mapocho y en la cabecera de cuenca del Maipo. En la ciudad, otro proyecto plantea restaurar el río Maipo en su sitio urbano y rural, además del Zanjón de la Aguada y el humedal El Pajonal, ecosistemas muy intervenidos. Por otro lado, para la zona costera de la cuenca, se propone recuperar el corredor ecológico asociado al estero Puangue.
Creemos en la capacidad regenerativa de la naturaleza y en el potencial de los humedales para mitigar los efectos del cambio climático. Sin embargo, esto no va a ocurrir si no aportamos a su preservación y recuperación. Como dice la campaña “Influye por el agua”, todos tenemos un rol en esta gran misión.