Hans Rosenkranz, director ejecutivo Comunidad de Organizaciones Solidarias
En una sociedad que catalogamos frecuentemente como individualista y en la que los intereses personales parecen ser prioritarios, algunas veces, la realidad nos sorprende mostrándonos que son muchas las personas que están dispuestas a trabajar por el bienestar social y dedicar tiempo y energía en actividades para mejorar su entorno.
Días atrás Diario Sustentable destacaba el aporte que los voluntariados corporativos están realizando a lo largo de Chile, algo que no siempre es visible y que es un hecho sobre el cual vale la pena detenerse a reflexionar.
El estudio realizado recientemente por la fundación Trascender y Criteria muestra que un 24% de los chilenos realiza actividades de voluntariado y un tercio de ellos lo hace al menos 1 vez al mes. ¿Qué lleva a las personas a participar en tareas de voluntariado? El mismo estudio muestra que la primera motivación es que “permite construir un país más solidario”, seguida por “me permite compartir mis conocimientos y experiencia con otros’’ y “me hace sentir bien”. Es decir, se trata de propósitos que seguramente comparte la gran mayoría de los ciudadanos: solidaridad, generosidad y bienestar. Y es una buena noticia que tantas personas descubran en el voluntariado el match con sus motivaciones personales.
Las empresas, además de complementar sus propias actividades de responsabilidad social, han comprendido este hecho y ahora ofrecen a sus colaboradores opciones para orientarse a sus propósitos. Más allá de la contribución concreta que los voluntariados corporativos están realizando en ámbitos tan importantes como la educación, la vivienda o el cuidado del medio ambiente, que ya son sumamente relevantes, estos espacios que las empresas están desarrollando abren oportunidades en múltiples sentidos. Para ellas, sin duda, es una forma de fortalecer sus vínculos con las comunidades que se relacionan, de conocerlas y de darse a conocer. Pero hay una dimensión que distingue a las acciones de voluntariado corporativo especialmente y es la profunda humanidad que es posible encontrar en ellos. Esa persona que ha decidido dar un paso al frente y regalar su tiempo, su conocimiento, su fuerza o cualquiera de sus capacidades, ha sido capaz de ver y reconocer a otros. Ha decidido mirar alrededor y ver incluso lo que puede resultar incómodo. Y ha visto la oportunidad de hacer un cambio positivo, tanto en la vida de alguien desconocido hasta entonces como en la propia, y se ha animado a hacerlo.
Los voluntariados corporativos tienen una capacidad transformadora: transforman las relaciones de las empresas con su entorno, de los equipos de trabajo y de las personas mismas. En tiempos en los que hablamos de desconfianza y policrisis, vale la pena detenerse y mirar lo que estos grupos de personas están haciendo en sus entornos, porque si el punto de partida es el lugar de trabajo que nos reúne, el punto que pueden alcanzar los voluntariados es mucho mayor y tal vez es justo lo que necesitamos: la posibilidad de creer que remando juntos podemos superar dolores tan profundos de nuestra sociedad como la pobreza y la exclusión.
