Ximena Torres Cautivo, Comunicaciones Hogar de Cristo
Este fin de semana culminaron los esperados Juegos Panamericanos, que se ansiaba fueran –y ciertamente lo fueron– un remanso de sana convivencia en tiempos de crispación política, económica y social.
No sólo en Chile. Porque para donde miremos hay conflictos demenciales. Muchos signados por la discriminación y la xenofobia. Por la intolerancia religiosa, ideológica, étnica, racial.
El fenómeno mundial de la migración, en Chile ha tenido distintas olas y etapas. Y para muchos está signado, más que por el rechazo al extranjero –xenofobia– por el rechazo al pobre –aporofobia– y por mucho de clasismo también. El populismo, que tanto abunda hoy en la política del signo ideológico que sea, tampoco ayuda y vemos como el prejuicio, los estigmas y la discriminación campean en redes sociales.
Pero el ser humano y la vida misma son más amplios y generosos que esas mezquindades.
En estos Juegos Panamericanos apreciamos cómo la vida y las personas se abren paso, integrándose de manera natural y enriquecedora para todos.
Pongo dos casos: la proeza de Santiago Adolfo Ford, de 26 años, el atleta cubano nacionalizado chileno que se convirtió en uno de los atletas más destacados del Team Chile y logró una medalla de oro para nuestro país. “Fordmidable”, como tituló su hazaña en un alarde de acertado ingenio Las Últimas Noticias.
José Francisco Yuraszeck, el capellán general del Hogar de Cristo, lo mencionó en una columna este domingo pasado. E hizo notar un detalle lleno de profundo simbolismo. Así lo contó: “Tuve el regalo de poder ir al Estadio Nacional el martes pasado. Se vivía un ambiente de fiesta, con familias enteras que participaban de los juegos. Pude participar festivamente como espectador de los 1500 metros que constituían la última prueba del decatlón. Ganó la medalla de oro un cubano-chileno, Santiago Ford. Tras vestirse de gloria con nuestra bandera y ser ovacionado por el estadio repleto, al son del Chi-Chi-Chi, Le-Le-Le, contó que había cruzado hace algunos años a pie por la frontera y que, por eso mismo, al llegar a la meta, detuvo el tranco y pasó caminando”.
Detuvo el tranco y cruzó la meta caminando. Notable metáfora para uno que eligió este país para correr por él y regalarnos una gloria muy lejana de no ser por su generosidad y deseo de una mejor vida.
Este fin de semana pasado, vimos el esfuerzo de otra atleta de raíz afroamericana vestida con los colores de Chile. Berdine Castillo Lillo, la primera haitiana adoptada por decreto de la Corte Suprema en 2006 y nacionalizada chilena. Dueña del récord nacional sub23 en 800 metros, Berdine conoció a su padre adoptivo en su natal Puerto Príncipe, capital de Haití, cuando él estuvo destinado allí como miembro de la Fuerza Aérea chilena.
Berdine, quien clasificó a la final de la prueba de fondo y se declaró “contentísima”, es otro regalo de un fenómeno que si nos atenemos sólo a los atletas afrodescendientes del Team Chile, representa el 4 por ciento del total de 49 competidores en pruebas de atletismo.
Migrante cubano él, adoptada ella; Santiago, recién llegado, Berdine, con parte de su vida ya hecha en Chile; forman parte de un arcoíris de múltiples colores, como dice la canción, en que se ha ido convirtiendo Chile. Ambos son un aporte cultural notable, lo mismo que otros miembros del equipo nacional en estos Juegos, como algunos deportistas venezolanos que han elegido Chile para aportar con su talento y conseguir lo que no tuvieron en su país de origen.
Este aspecto, que apreciamos no sólo en el Team Chile, sino en varias otras delegaciones, debemos celebrarlo como parte de un nuevo paisaje mundial. Y reconocerlo, como hizo LUN con Santiago Ford, el ex atleta cubano, hoy atleta chileno “fordmidable”.