El valor del juego libre, creativo y espontáneo para las niñas y niños de Chile

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Bernardita Jensen, Desarrollo Integral de Fundación Mustakis.

El juego, como una acción innata, es un sinfín de oportunidades para el desarrollo sano, especialmente durante los primeros años de vida. Según la neurociencia contemporánea, en las etapas tempranas sentamos los cimientos de nuestra personalidad y estructura de pensamiento, siendo un período autoconstructivo, sensible y decisivo, lleno de posibilidades y esperanza. 

Jugar es un acto de confianza que se desenvuelve en el presente, libre de juicios, confrontaciones o competencias. Podríamos decir que no se rige por la lógica fría, pura y dura, sino que responde más bien a la emoción en acción. Es un impulso biológico y básico, siendo lo más fiel de nuestra autoconstrucción.

Un enfoque interesante sobre el tema fue el de la Dra. Gerda Venden-Zöller, quien demostró que el desarrollo psicomotor infantil depende de la armonía en la conexión materna. Como doctora en psicología, psiquiatría y filosofía de la ciencia, sugirió que el espacio más propicio para esta conexión se crea a través de la diversión, ya que es un momento de aceptación mutua entre madre e hijo. “El juego es cualquier actividad que se realiza por sí misma, sin preocuparse por las consecuencias. La inocencia y el juego van de la mano. La inocencia implica no preocuparse por las consecuencias de nuestras acciones, y cuando los adultos adoptan esta actitud, hablamos de conductas inocentes. En mis talleres, las madres aprenden a jugar con sus hijos de una manera especial, como lo hacen los niños. Algunas situaciones requieren una confianza mutua completa”, afirmó la investigadora.

El juego es el lenguaje del vínculo y la manifestación del amor. Cuando se da, nos sentimos vistos, amados y comprendidos. No instrumentaliza las relaciones, sino que nos permite ser nosotros mismos con los demás. En este sentido, al pensar en la curiosidad infinita que experimentamos en la infancia, es posible que no haya mucha diferencia entre los niños y niñas que juguetean absortos y aquellos que se deleitan observando un paisaje, como un hermoso amanecer. En ambos casos, perdemos la noción del tiempo, nos sumergimos en la experiencia misma y en un estado de flujo mental.

Desde Fundación Mustakis, vemos el juego como un punto vital del desarrollo, por su contribución cognitiva, física, social y emocional en las niñas y niños, así como una opción de aprendizaje para los padres y cuidadores involucrados en su formación, reforzando vínculos. En ambientes seguros y acogedores, pueden incorporar habilidades sociales, como la autoestima, la resiliencia, independencia y curiosidad, con efectos positivos en el descubrimiento de sus talentos, en lo que les interesa y los motiva.

En un momento en que la salud mental representa un desafío global, es importante recordar que la Organización Mundial de la Salud declaró en 2018 que el 50% de los problemas en la adultez comenzaron antes de los 14 años, y el 75% antes de los 18. Volver a lo natural y esencial de nuestra capacidad humana básica puede ser una herramienta sanadora y con un impacto significativo en el bienestar social. 

Dado que gran parte de esta etapa ocurre en el contexto escolar, al considerar las reformas que pueden guiar el futuro de Chile, deberíamos preguntarnos qué estamos haciendo para ello. ¿Cuánto se fomentará el juego y la creatividad en este entorno? Lo siguiente vendrá por añadidura. Hoy nos urge poner primero lo primero.

La exclusión del juego libre, creativo y espontáneo es una tragedia en el entorno escolar. La omisión de este aspecto en la educación tiene repercusiones en la maduración psicológica y la evolución mental. Esto también lo respalda Peter Gray  un experto académico en desarrollo infantil del Boston College (Estados Unidos) y autor del libro Libres Para Aprender (2013), que ofrece evidencia histórica, antropológica y psicológica que demuestra su importancia fundamental en el fortalecimiento emocional, la resolución de problemas y las relaciones interpersonales.

Según el investigador, existen cinco condiciones para que el juego se desarrolle de manera óptima: debe ser autodirigido y autoseleccionado, permitiendo a los niños determinar qué hacer y cómo hacerlo; debe ser motivado por la experiencia en lugar de la meta, dejando de lado el deseo de ganar o alcanzar algo; debe guiarse por reglas mentales y sólo intervenir cuando se transgredan las que son implícitas del cuidado y bienestar; debe ser altamente imaginativo, demostrando cómo todo puede transformarse en un instante; y debe ocurrir en un estado mental activo, no estresante ni comparativo.

Por esta razón, el profesor emérito de la Universidad de Warwick y experto en creatividad e innovación educativa, Ken Robinson, recomendó que, al considerar la recreación de escuelas creativas, debemos comenzar por observar el fenómeno de los niños en los jardines infantiles. De esta manera, podemos adaptar este concepto a diferentes edades, contextos y situaciones.
La infancia es un período de tiempo presente y tiene sus propias directrices. El dicho “ser como niños” alude a la estrecha conexión entre disfrutar el momento y estar plenamente presente, tanto para uno mismo como para los demás. Prestar atención es un acto mental y, a la vez, uno amoroso y profundo, que a menudo se aleja de la perspectiva adulta, centrada en la utilidad y en el resultado por encima del proceso. Por lo tanto, es imperativo crear entornos propicios en nuestras escuelas e instituciones, que fomenten la creación y la exploración desde lo innato e instintivo, porque la niñez es, en esencia, espontaneidad.

ECOLÓGICA

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