Nuestro planeta se encuentra en un punto de no retorno en el que debemos tomar decisiones y medidas drásticas para poder tener un futuro. De lo contrario, la crisis climática será terrible y volverá inhabitables para los humanos y para otras formas de vida a muchas partes de la Tierra.
Es por esta razón que resulta muy importante buscar medidas que nos permitan contribuir para reducir el daño climático, tanto desde un punto individual como desde un criterio más colectivo. Así como también para optimizar el uso de los recursos, de acuerdo con su disponibilidad y con su capacidad de reutilización.
¿A qué llamamos huella de carbono?
La huella de carbono se refiere a la cantidad total de gases de efecto invernadero, principalmente dióxido de carbono y otros gases como el metano y el óxido nitroso, liberados a la atmósfera como resultado de las actividades humanas o de la producción de un producto en particular.
Estos gases de efecto invernadero atrapan el calor en la atmósfera y contribuyen al calentamiento global y al cambio climático.
¿Y la compensación?
La “compensación de carbono” se refiere a la opción que muchas organizaciones ofrecen actualmente a los clientes, permitiéndoles pagar para contrarrestar la huella de carbono generada por sus vuelos.
El proceso opera de esta manera: al realizar una contribución a menudo a una entidad sin fines de lucro, se reduce la producción de carbono en otra ubicación. El propósito subyacente es evitar un aumento neto en la emisión total de carbono.
El procedimiento inicial implica calcular la cantidad de CO₂ producida por los vuelos baratos en cuestión, lo que habilita la donación de fondos a diversos proyectos destinados a prevenir la generación de esa misma cantidad de CO₂ en otros contextos.
Estos proyectos abarcan desde la preservación forestal, prácticas silviculturales y respaldo a comunidades locales hasta iniciativas relacionadas con energías renovables. En esencia, la compensación de carbono aspira a contrarrestar el impacto ambiental negativo de los viajes aéreos al fomentar acciones ecológicamente positivas en otros ámbitos.
En estos tiempos, las aerolíneas están poniendo sobre la mesa la oportunidad de “compensar la huella de carbono” generada por los vuelos, algo que ha ido ganando terreno en la búsqueda de las personas. Hay algunas aerolíneas conocidas por ofrecer esta opción:
Qantas, por ejemplo, tiene su programa “Future Planet”, en el que puedes ganar puntos de viajero frecuente al adquirir compensaciones de carbono. En Estados Unidos, Delta fue pionera al introducir esto en 2007. United, en colaboración con Conservation International, lleva adelante “Eco-Skies CarbonChoice”, mediante el cual financian proyectos para reducir las emisiones de gases invernadero.
Cathay Pacific, por su parte, tiene “Fly Greener”, disponible por un pequeño costo adicional. KLM destina su programa compensatorio “CO2ZERO” a financiar proyectos de reforestación en Panamá, mientras que China Airlines también brinda la opción de reducir la huella de carbono.
Lufthansa se une a Myclimate para donar a proyectos climáticos. A la hora de evaluar la legitimidad de estos programas, es recomendable buscar respaldo en organizaciones confiables. En Estados Unidos, es posible que las compensaciones sean deducibles si apoyas proyectos sin fines de lucro.
En definitiva, el acto de compensar el carbono se erige como un paso consciente hacia la sostenibilidad ambiental.
Formas cotidianas de compensar nuestra huella de carbono
Optar por caminar o utilizar bicicleta en distancias cortas constituye una elección de transporte sostenible que minimiza las emisiones de carbono. Para trayectos medios o largos, favorecer el uso del transporte público conlleva ventajas ambientales significativas.
Reducir el consumo de carne y productos de origen animal contribuye a disminuir las emisiones vinculadas a la producción alimentaria. Priorizar alimentos de origen vegetal sobre lácteos y carnes es una vía efectiva para mitigar el impacto ambiental. Evitar el desperdicio alimentario es crucial, dado que aproximadamente un tercio de los alimentos mundiales se pierde o malgasta.
La conciencia en el consumo, la planificación de compras y el respaldo a la producción local ayudan a abordar esta problemática. Estas acciones son eficaces en la lucha contra la crisis climática.
Asegurar un futuro sostenible depende de la colaboración entre gobiernos y empresas para implementar medidas de protección ambiental. La adopción de energías limpias y la gestión eficiente de recursos, como agua y calefacción, reducen significativamente las emisiones contaminantes.
La reducción del desperdicio alimentario, que representa un tercio de la producción global, puede lograrse mediante la planificación de compras y el respaldo a productos locales. Contribuir a la salud de los árboles urbanos implica participar en plantaciones comunitarias, cuidar los ejemplares locales y apoyar iniciativas de regeneración forestal a través de colaboraciones con organizaciones.
La adopción de hábitos sostenibles en la vida diaria se ha vuelto esencial para contrarrestar los efectos negativos en nuestro entorno. Un primer paso es reemplazar las bolsas de plástico por alternativas más amigables con el medio ambiente, como bolsas de tela reutilizables.
Además, desconectar los dispositivos electrónicos cuando no están en uso no solo ahorra energía, sino que también contribuye a reducir la huella de carbono. Pequeñas acciones, como cerrar el grifo mientras nos cepillamos los dientes, pueden marcar una gran diferencia en la conservación del agua.
Se estima que una canilla abierta puede desperdiciar varios litros de agua por minuto. De manera similar, la conciencia en el lavado de vajillas, platos y cubiertos puede evitar el derroche innecesario de agua potable. El compromiso con estas prácticas no solo reduce el impacto ambiental, sino que también fomenta una mentalidad de responsabilidad y respeto hacia los recursos naturales limitados de nuestro planeta.
Optar por iniciativas alternativas de consumo, como cooperativas, huertos urbanos y mercados de productores, se está convirtiendo en una elección más común. Estas opciones ofrecen alimentos frescos, naturales y saludables, cultivados con prácticas agroecológicas, evitando productos químicos dañinos y transgénicos.
A diferencia de los supermercados, que a menudo presentan alimentos procesados y de bajo valor nutricional, estas alternativas garantizan una alimentación más nutritiva y sostenible. Además, también es una forma de cuidar la propia salud, debido a que resulta fundamental para nuestra subsistencia y para nuestro cuidado mantener una dieta sustentable, sana y eficiente.
De manera similar, donar ropa en lugar de desecharla contribuye a la moda circular. Esta práctica fomenta la reutilización y evita el desperdicio, alargando la vida útil de las prendas y reduciendo el impacto ambiental. Abrazar estas opciones no solo beneficia nuestra salud y la del planeta, sino que también construye una sociedad más plena, consciente y solidaria.
En conclusión, cada pequeño gesto suma y contribuye a la construcción de un entorno más sostenible para las generaciones presentes y futuras. En última instancia, la suma de estas acciones individuales puede tener un impacto colectivo significativo en la preservación del medio ambiente y en la construcción de un futuro más equilibrado y saludable para todos. El planeta Tierra es nuestro único hogar y debemos cuidarlo tomando en cuenta no solo nuestro presente y nuestra comodidad, sino también el de futuras generaciones que nos van a suceder y que van a ser quienes continúen viviendo aquí.
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