Paolo Mazza, CEO de Mercado Circular
Diariamente en Chile se desechan millones de envases plásticos de uso único. Es una cifra muy difícil de disminuir si mantenemos el modelo de economía lineal que se ha venido utilizando, a través del cual, compramos productos con un costo que incluye el envase, que no está diseñado para ser reutilizado.
De acuerdo a lo indicado por The Plastic Waste Makers Index, en Latinoamérica, Chile es el país que más desechos plásticos de un solo uso genera, con 51 kilos por habitante cada año, ocupando el puesto número 11 en un ranking compuesto por 100 naciones y que es liderado por Singapur con 76 kilos por persona. Pero estas cifras no se dan sólo en Chile. Hoy el mundo consume más plásticos de un solo uso que nunca.
De la mano de la innovación, en Chile existen modelos que nos permiten remplazar este sistema por uno de economía circular para ofrecer recargas de productos en envases reutilizables, pero sólo en las categorías que la normativa lo permite, como en la de productos de aseo y limpieza como detergente líquido, suavizante, lavaloza, antigrasa, limpiadores multiuso, de piso y suelo, entre otros. En Chile, el Decreto 239 impide que el modelo de recarga se pueda expandir a la categoría de productos de cuidado personal como, champú y jabón, entre otros. Esta limitante a la economía circular aún existe en nuestro país, lo que obliga a los consumidores a comprarlos de la forma tradicional, que genera una gran cantidad de desechos que representan parte de la contaminación en el mundo y adicionalmente, un gasto económico innecesario, más aún en el contexto de escasez actual.
Esta es una barrera obsoleta por las necesidades del planeta, el medio ambiente y las personas. Y ya no son sólo las empresas innovadoras las que lo plantean. Está el caso reciente de Procter & Gamble, que acaba de abrir su primer piloto de recarga de champú en Ciudad de México. Con esta innovación, los consumidores mexicanos tendrán acceso al modelo de economía circular que reutiliza envases para eliminar de toda la cadena, los desechos de un solo uso, lo que no sólo genera un impacto ambiental muy positivo. Y en el caso mexicano, el impacto es aún mayor. Un consumidor mexicano bota más de siete kilos de botellas de plástico al año. Entre todos generan más de 780.000 toneladas anuales.
Lo importante es plantear a los consumidores posibles modelos sostenibles para aprender y seguir mejorando día a día, ahora y para las generaciones que vienen. Tenemos que aprovechar la innovación disponible para acelerar el cambio e impulsar soluciones circulares.