Bernardita Jensen, Desarrollo Integral de Fundación Mustakis
Los efectos de la pandemia han sido catastróficos en la educación de nuestros niños, niñas y jóvenes. Según un artículo publicado por el CEP, con lo sucedido en 2020 y 2021, se estima una pérdida total de aprendizaje de más de un año escolar. En el largo plazo y en un escenario sin mitigación, esto equivaldría a una disminución de 5,5% del PIB hasta finales del siglo a raíz del perjuicio provocado por esta pandemia, cuyo costo corresponde a más de un 300% del PIB actual. Y esto es un análisis y mirada sólo en una capa de los efectos de esta crisis, que en definitiva nos invita a hacer una reflexión mucho más contundente que abarca capas más profundas.
La pandemia agudizó una realidad que estaba presente hace décadas, lo que nos hace mirar los fundamentos mismos del contexto educativo. Recuerdo cuando era estudiante, y más allá de las propias exigencias académicas, la “exigencia” se centraba en el hecho de convertirnos en buenos seres humanos, trabajando y creciendo desde la colaboración en conjunto, en el aula, con los profesores. Podemos aplicar técnicas y diversas estrategias para lo que algunos llaman aceleración de los aprendizajes, pero si no vamos más a lo hondo, frente a crisis sistémicas, volveremos al mismo punto y cada vez con más dolor.
Qué duda cabe que el tiempo es un elemento clave para cualquier proceso de desarrollo integral, tiempo afectado radicalmente en la emergencia y crisis sanitaria, pero sería ingenuo pensar que debemos instalar con el tiempo que hoy tenemos en los espacios escolares, la misma lógica y con más presión. No parece sensato.
La invitación es mirar fundamentos y lógicas competitivas instaladas de manera ilógica en la educación, donde sigue primando la construcción individual y la resolución de problemas complejos en solitario. De hecho, Humberto Maturana cita en su libro “Del Ser al Hacer”, lo siguiente “una enorme paciencia y realmente escuchar a sus estudiantes y escuchar a su propio escuchar. ¿Qué escucha el niño realmente, cabe preguntarse, cuando uno está hablando con él? ¿Qué percibe? ¿Teme un acto de agresión? ¿Se siente confrontado con una amenaza? ¿O se siente invitado a la colaboración?”
Un tiempo nutritivo se experimenta en colaboración. Un aprendizaje activo y respetuoso, pone al centro el pilar del aprendizaje colaborativo, por la simple razón que somos seres sociales, que generamos comunidades, que debemos vivirlos en interdependencia, que los problemas tan complejos se resolverán en equipos y eso, se aprende en la familia y en la escuela.
El aprendizaje colaborativo trae de la mano competencias tales como la comunicación, la empatía y la escucha activa. El aprendizaje colaborativo implica respetar diversas formas de ser, hacer y trabajar, para poner al servicio talentos únicos de cada niño, niña y joven. Los lenguajes hasta hoy instalados en contextos escolares hablan de mejores y peores, de ganadores y vencidos, de contrincantes y de hasta rivales. Hagámonos cargo de que los lenguajes, generan realidades. Lo anterior está lejos de apelar a la colaboración y al círculo virtuoso de desarrollo que genera.
La evolución ha sido posible no por la sobrevivencia del más fuerte, si no por el que ha tenido mayor capacidad de adaptación, flexibilidad y colaboración. Es cosa de mirar la naturaleza y sus sofisticadas formas colaborativas.
Humberto Maturana nos dejó un legado de comprensión profunda y de un pensamiento sistémico de avanzada. En el libro “El sentido de lo humano” Maturana nos indica lo siguiente: “el vivir humano se da como una red de conversaciones, porque el diálogo es un espacio donde aprendemos por medio del intercambio de ideas y experiencias”. Para que el aprendizaje sea desarrollado de esta forma debe haber interacción amorosa entre estudiantes, así también un intercambio de opiniones, perspectivas y diversidad. Aunque en este caso la relevancia va mucho más allá de cuánta interacción hay, ya que el foco va en el grado de influencia que ejercen las reflexiones y el intercambio de ideas en el proceso cognitivo y emocional.
El desafío entonces es más amplio que lo reflejado en el PIB y sus proyecciones. El desafío es entender en que, como se vive en la escuela, se construye la sociedad.