Rebeca Gálvez, Emprendedora Endeavor y CEO Patagonia Biotecnología S.A.
Iniciativas a nivel mundial, desde movimientos sociales a programas y políticas públicas, han logrado transmitir el mensaje que una sociedad donde la mujer se capacita y prospera, al igual que el hombre, puede convertirse en un ecosistema más justo y desarrollado. En esa línea la educación es vital, pero una que despierte emociones asociadas al aprender sin discriminaciones, tanto en el colegio como al interior de la familia. Así mismo, es crucial el acceso equitativo a oportunidades laborales y la promoción de la co-parentalidad, que favorece lo anterior.
Isabel Fredes, líder de la Fundación Enseña Chile, tiene una propuesta inspiradora que señala que es clave que “miremos alrededor, admiremos y aprendamos de las generaciones que nos preceden, inspiremos en otras lo que quizás tardamos en descubrir por nosotras mismas y despertemos emociones que cimentarán las herramientas que harán a esas niñas y mujeres más libres, decididas y empoderadas. El verdadero aprendizaje emociona y el acto de aprender, en forma permanente, se transforma en una poderosa herramienta que nos proporciona libertad.”
El objetivo de la educación puede ser que las personas alcancen un equilibrio y el desarrollo de herramientas que les permita enfrentar los cambios que experimentan en la vida, las relaciones entre pares, familia, pareja y entorno. El impacto que tiene la brecha educacional de género y en particular, en el acceso a la tecnología y al conocimiento, impacta directamente en el desarrollo de las niñas y mujeres que viven en la pobreza.
Sin embargo, no solamente es vital educar a las mujeres y motivarlas a estudiar lo que les apasione, sino que también pavimentar un camino más justo en su incorporación al mundo laboral. Aún hoy el ingreso de mujeres a un mundo dominado por hombres las enfrenta a situaciones de desigualdad, discriminación e incluso acoso. Es necesario generar conciencia en todos los estamentos de que la comunidad se beneficia de las competencias que traen las mujeres a un mundo que requiere un nuevo estilo de liderazgo cooperativo y de trabajo en equipo.
Por otra parte, la co-parentalidad debe ser incentivada con apoyo de políticas públicas para que los beneficios parentales sean distribuidos en forma más pareja. No perdamos de vista que el hecho de que la mujer sea la única beneficiaria de las leyes laborales que apoyan la crianza, sigue siendo un sesgo a la hora de la selección para algunos empresarios. Por eso es importante que los hombres también tengan acceso a esos derechos parentales y que prácticas como un post-natal efectivamente compartido, por ejemplo, se fomenten dentro de las empresas.
Trabajemos en corregir estas desigualdades que hoy impactan nuestra sociedad, inspiremos a las nuevas generaciones y pongamos énfasis en una educación sin discriminaciones, que despierte emociones que entreguen herramientas que harán a más niñas y mujeres libres, decididas y empoderadas.