Cristina Hube, decana (s) de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Finis Terrae.
Nuestro planeta se enfrenta a un sinnúmero de riesgos que hace un buen rato ya venimos escuchando, y que los años de pandemia en cierto aspecto intensificaron.
El último informe del foro económico mundial, sobre riesgos globales publicado recientemente, nos muestra una gran variedad de riesgos que debemos enfrentar, y nos obliga como sociedades a comprometernos con generosidad y talento para diseñar acciones que permitan aportar de forma positiva a nuestro planeta, comunidades y personas. América Latina es especialmente frágil a toda esta problemática que nos enfrentamos como humanidad, con una violencia desatada, una dura crisis migratoria, con bajo crecimiento económico, una inflación que aún nos debe preocupar, y podría seguir enumerando problemas. No se ve un panorama muy alentador.
Por otro lado, y si bien es necesario que nuestros Estados sean capaces de generar condiciones propicias para salir de esta crisis y enfrentar los riesgos -no sólo con incentivos adecuados sino con reglas claras y un marco normativo que permita mejorar la confianza-, es condición necesaria pero no la única que nos permitirá generar sociedades resilientes a los problemas que enfrentamos.
Es imprescindible que las empresas, que son el motor de crecimiento económico de un país, se sumen de forma proactiva a convertirse en parte de la solución a nuestra crisis. ¿Cómo?: diseñando productos y servicios innovadores, repensando sus procesos productivos, generando planes de cuidado y bienestar para sus equipos, relacionándose de forma positiva con sus comunidades, y no rindiéndose a cuidar sus gobiernos corporativos y la ética como una medida del actuar natural de los ejecutivos.
Ahora bien, si nuestras empresas tienen suficiente talento para diseñar e innovar, ¿por qué no lo hacemos?
Soy una convencida de que esto no tiene que ver con el talento y las capacidades de nuestros ejecutivos y profesionales empresariales. Hay una deuda por parte de las escuelas de negocios, naturales formadores de nuestros tomadores de decisión empresarial, que aún no han sido lo suficientemente innovadoras en sus propios procesos de formación. No ha habido la profunda convicción de persuadir a los equipos académicos y aumentar el conocimiento produciendo investigación de calidad -que nos permita tomar mejores decisiones- y de gestión sostenible en la empresa.
Seguimos enseñando de forma aislada la sostenibilidad empresarial, o bien como un electivo, o al final de la carrera. Ha faltado firmeza para convencer a nuestros académicos, manejar las naturales resistencias al cambio y seguimos repitiendo un patrón de lo que se debe enseñar.
Sé que no es fácil, pero son las universidades -y más aún las escuelas de negocios- las primeras organizaciones que deben ser innovadoras y atreverse. Sumarse a ser parte de la solución instalando capacidades, produciendo conocimiento y diseñando de manera conjunta con la empresa soluciones innovadoras que permitan formar a nuestros ejecutivos, dueños de empresas, emprendedores y futuros profesionales en sostenibilidad.
Hace un tiempo tuvimos un sueño en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Finis Terrae: formar líderes positivos capaces de transformar la sociedad, teniendo la sostenibilidad como un pilar fundamental.
Ha sido un camino largo, lleno de desafíos y oportunidades. Esperamos con ello contribuir de forma comprometida a la sociedad que todos debemos construir, en la que queremos vivir y dejar a las futuras generaciones. Sólo así, podremos dejar el mundo mejor de como lo recibimos.
