Verónica de la Cerda es presidente del Directorio de TriCiclos, y Cofundadora de Manuia, consultora ESG. Fue socia del fondo de VC, MOV, en Sao Paulo. Tiene una amplia trayectoria ayudando a empresas a mejorar sus procesos productivos para mejorar desempeño medioambiental. Directora de ONG Delterra, Sistema B y Red Innovación Chile. Ingeniera Civil Industrial de la PUCV y Master en Ingeniería de Gestión del Politécnico de Torino, MA en Estudios Internacionales de UPENN, y MBA de The Wharton School.
¿Cuáles creen que son los desafíos relacionados a los criterios ESG?
Dada la urgencia de la crisis climática y los evidentes impactos que esta está teniendo sobre nuestros territorios, me parece que los aspectos ambientales son cada vez más prioritarios: emisiones y biodiversidad podrían ser un foco. Y, dado que las políticas públicas no avanzan a la velocidad necesaria, resulta crucial que las organizaciones monitoreen muy de cerca sus impactos en estas materias, no solo para trabajar apropiadamente sus riesgos individuales, sino para actuar de una manera coordinada con otros actores (respetando todas las leyes de libre competencia, por supuesto) para conseguir impactos relevantes.
¿y particularmente en Chile?
En Chile, en particular, creo que hay un gran desafío en materia de Gobierno Corporativo y cómo se implementan las mejores prácticas, sobre todo en empresas cerradas o familiares. No olvidemos que la G de ESG es de vital importancia para activar e implementar una real agenda socioambiental asociada al actuar de una organización. Es ahí donde se establecen los incentivos y los límites para que la aplicación de criterios ESG sea real y no simplemente una campaña publicitaria, por ejemplo.
¿Cuáles creen que son las principales barreras?
Los criterios ESG ayudan a entender de una manera más completa el valor y los impactos que genera una empresa u organización, permitiendo así también identificar riesgos y oportunidades que van más allá de los parámetros financieros y de desempeño tradicionales, De esta manera, estos criterios robustecen un análisis estratégico sobre el presente y futuro de las organizaciones. Lograr este monitoreo, y el consiguiente mecanismo de implementación de cambios y mejoras, no es tarea fácil y requiere de tanta o más convicción (y convencimiento) que muchos otros cambios que se han tenido que implementar como, por ejemplo, la digitalización, etc.
Una barrera para lograr esta convicción podría darse en una falta de estandarización de conceptos y métricas, algo que para los otros desafíos probablemente fue menos evidente. Pero un aspecto aún más relevante me parece que recae en la ideologización o politización de algunos de estos criterios.
Por ejemplo, tendemos a caer en una conversación casi ética sobre si una empresa tiene el deber de anticiparse (más allá de lo establecido en el marco regulatorio) a problemas que podría generar en el medio ambiente o la sociedad. Esa es una buena conversación, pero creo que en la práctica termina ayudando a perder el foco y la capacidad de actuar.
Monitorear estos impactos, en realidad, puede ser una conversación sobre riesgos y búsqueda de oportunidades de crecimiento y preservación de valor en el tiempo para una organización (que nunca estará desvinculada de su entorno). Creo que cuando ponemos el foco ahí, entonces podemos avanzar de manera más rápida y efectiva, independiente de nuestras visiones ideológicas.