Gabriel Vera, CEO de Wited
Las desafiantes circunstancias que dejó la crisis sanitaria por la pandemia del coronavirus repercutieron de manera especial en la educación, pero fundamentalmente en la tecnología, que pasó de ser una herramienta de apoyo a la labor docente y la experiencia dentro del aula, a transformarse en un elemento estructural del proceso en su totalidad.
Los profesionales de la educación, apoderados y apoderadas han tenido que aprender a adaptarse a una nueva era, pues el confinamiento demostró que el avance de las tecnologías de la información ayuda a aprender de forma más eficaz y ágil, permitiendo equilibrar los tiempos para estar con amigos, familiares y apuntar a una vida más saludable.
La virtualidad en las clases significó uno de los cambios más profundos en la forma de educar a nuestros niños, niñas y adolescentes, con las plataformas online en primer plano de importancia. Este proceso exhibe adelantos en materias como inteligencia artificial, procesamiento de datos y robótica, entre otros ámbitos, ayudando a los alumnos y alumnas a comprender de una manera más acabada las materias de análisis y su relación con el entorno.
Esto facilita la aplicación del contenido, pues interactuar con lo que se estudia ayuda a entenderlo mejor, logrando que los estudiantes sepan la importancia de interiorizar materias de forma novedosa para también tener tiempos de recreación y esparcimiento. La educación hoy en día apunta a “cerebro y corazón”. Así, la creación de experiencias personalizadas e instantáneas, tanto dentro como fuera del aula, son muy innovadoras en la adopción de más y mejores oportunidades educativas.
La eficiencia del proceso educativo ha recibido un empuje fundamental por parte de la digitalización. En la crisis sanitaria, tareas como tomar la asistencia, corregir pruebas o realizar reportes o informes han mejorado con las herramientas digitales, que han ayudado a la democratización del proceso de enseñanza, especialmente las herramientas que se utilizan en el hogar, ya que pueden visibilizar el avance o rezago de todos los estudiantes.
Más allá de los críticos de este proceso y algunos temores infundados sobre su avance, la explicación detallada de este fenómeno y su uso inteligente por parte de los actores del sistema educativo, servirán para otorgarle un sentido más profundo a los aprendizajes de nuestros niños, niñas y adolescentes.
También es necesaria la adopción abierta e informada de políticas de privacidad de datos, seguridad y ética como una estrategia común entre el establecimiento y la comunidad escolar. La pandemia del coronavirus nos abrió los ojos a educar y educarnos en la tecnología responsable, lo que nos ayuda a ver el mundo de una manera distinta y mejora competencias y habilidades indispensables para la educación de hoy y el mercado del trabajo actual y del futuro.