Gustavo Cruz de Moraes, Gerente general de Natura Chile
Si por largos años se medía el éxito en términos netamente financieros, hoy somos muchos los que trabajamos por una economía donde el éxito se mida por el bienestar de las personas, de las sociedades, pero también la naturaleza, es decir, su impacto positivo. Y aunque en ese entonces el planeta y las personas estaban al servicio de las empresas, hoy estamos frente a un nuevo paradigma donde éstas son altamente cuestionadas, y vemos que -a través de diferentes movimientos mundiales- la vara con que se miden no solo es otra, sino que debemos responder a una mayor participación de la ciudadanía, más activa y crítica del quehacer corporativo.
Sin ir más lejos, a fines del 2022, GFK Chile determinó que el compromiso ambiental se posiciona como un potencial impulsor de consumo entre los chilenos, donde un 74% declara que si una marca se hiciera responsable de su impacto ambiental compraría más de sus productos.
Hoy, la nueva lógica empresarial nos está exigiendo nuevas formas de actuar que sintonicen con estas demandas ciudadanas junto a una capacidad de responder con mayor agilidad. También vemos cómo startups locales están logrando levantar venture capital pese al escenario económico en que estamos insertos. ¿Qué factor común los une? En concreto, el anhelo por contribuir con soluciones que respondan a problemáticas de las personas desde el triple impacto aportando ideas disruptivas en lo social, ambiental y económico. La disyuntiva para las multinacionales y empresas más consolidadas es cómo subirse al carro. Sin duda, cada sector industrial tendrá que resolver escenarios propios, donde quizás un asunto que nos une en Chile es la economía circular y la innovación en los procesos que van de la mano de la nueva Ley REP.
Como organizaciones, debemos anhelar ser actores de cambios positivos, incentivando un consumo responsable como también preocuparnos de buscar soluciones y productos que generen un menor impacto en la naturaleza. Atrás quedaron los tiempos en que la discusión sobre sostenibilidad medioambiental iba por un carril y la de productividad por otro. Hoy está claro, además, que existe una simbiosis entre las demandas ciudadanas y el rol de las empresas. Pero lo alentador es que no solo pueden y deben ir juntos, sino deben ir acompañados de la creación de las bases de una economía circular robusta, que sintonice con nuestra realidad local y que cuide el medioambiente. Nuestro norte y el de todos debe ser acercarnos a modelos de negocios más responsables, contar con políticas de reciclaje firmes y apoyarnos, compartiendo buenas prácticas e iniciativas, entendiendo que en los años venideros solo serán posibles desde la colaboración y gestión de alianzas.