El estudio también refleja que la pandemia dejó secuelas en los hábitos alimentarios, y que existe una creciente preocupación ante eventuales trastornos en la conducta alimentaria de niños y adolescentes.
Apoyar a los padres y cuidadores en su tarea de criar niñas y niños más sanos es la misión de “Nestlé por Niños Saludables”, iniciativa global de la compañía, lanzada en 2009, y bajo la cual se desarrolló el estudio Observatorio Nutricional, primera versión de esta medición anual que busca conocer y profundizar en los hábitos alimentarios y estilos de vida de los niños de nuestro país, desde la perspectiva de sus padres y madres.
El Observatorio -realizado en septiembre pasado por Nestlé Chile en conjunto con la Universidad Finis Terrae – consideró a papás y mamás de niños y niñas entre 2 y 15 años, de la Región Metropolitana (49%) y regiones (51%), a quienes se les consultó acerca de la alimentación de sus hijos.
A pesar de que los índices de sobrepeso y obesidad siguen aumentando en el país,-29% de sobrepeso y 25% de obesidad en niños y jóvenes según fuentes de Junaeb-, los resultados del estudio muestran que existe interés y preocupación de los padres por una buena alimentación. Un 74% considera que la alimentación actual de sus hijos es bastante o muy saludable, y un 70% cree que sabe mucho o bastante sobre alimentación saludable. Pese a ello, se observa que, a mayor nivel socioeconómico, más alta es la percepción de conocimiento sobre el tema y la consideración de estar entregando una alimentación saludable.
Asimismo, se identificó que los efectos de la pandemia siguen presentes en las familias chilenas, aunque con menor intensidad. Esto, porque aún hay niñas y niños que consumen alimentos junto a aparatos tecnológicos (46% en pandemia y hoy un 31%), varios de ellos comen mucho entre comidas (26% en pandemia y hoy un 12%) y se alimentan cuando se sienten aburridos, tristes y/o deprimidos (21% en pandemia y hoy un 12%).
“Este estudio nos ayuda a avanzar en una comprensión más profunda de los hábitos de vida y alimentarios de los niños y niñas, y por ende de la realidad nacional. De esta manera, podemos responder de mejor manera a que nuestros niños lleven una vida más saludable a través de nuestros productos.”, comenta Bárbara Bräuchle, Gerente de Nutrición, Salud y Bienestar.
El dilema nutricional que trae el escenario actual
En cuanto a tendencias alimentarias, el estudio evidencia una clara inclinación hacia alimentos más naturales, con un 78% de los padres preocupados por este factor y con un 52% dispuesto a pagar más por productos eco-friendly.
Por otro lado, reveló que hoy un 52% de niños y niñas sigue algún estilo de alimentación específico, dentro de los cuales destaca el flexitariano (reducción parcial del consumo de alimentos de origen animal), que se posiciona como uno de los más comunes con un 13%. Paralelamente, un 27% de los padres refiere que su hijo o hija sigue alguna dieta enfocada en el control del peso.
Otro de los hallazgos del Observatorio Nutricional se relaciona con el impacto de la inflación en los alimentos. Un 65% de los encuestados ve amenazada la calidad nutricional de la alimentación de sus hijos en caso de que los precios sigan subiendo, y un 39% declara que es la mayor dificultad para acceder a alimentos saludables. Aun así, un 65% de los padres pagaría más por alimentos más saludables y un 92% tomaría alguna medida para aliviar estos efectos y la escasez de alimentos, como buscar soluciones relacionadas al ahorro, pero con productos similares, antes que cambiar aquellos que actualmente se consumen. Al mismo tiempo, un 45% buscaría alternativas de productos más baratos en lugares como ferias libres o supermercados mayoristas y un 14% acomodaría su pauta alimenticia para consumir otro tipo de productos.
Para Edson Bustos, nutricionista y académico de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad Finis Terrae, “la alimentación saludable y la actividad física regular cobran un valor cada día más importante en el combate de la obesidad, más cuando pareciera que todo está en nuestra contra, como la inflación, la inseguridad social, el sedentarismo y las enfermedades derivadas de la obesidad, entre otras. Por lo cual, es imperativa la inversión público-privada enfocada en aspectos preventivos y no curativos como se hace actualmente, donde mejorar la educación sobre estilos de vida saludable se haga interviniendo colegios por profesionales como nutricionistas, preparadores físicos y psicólogos especializados”.