Karen Rauch, Directora de Fundación Camiseteados
Si no opinas lo mismo que yo, entonces no tengo nada que conversar contigo. Ese pareciera ser el pensamiento que predomina hoy en la sociedad chilena y que además, nos está llevando a encerrarnos en nosotros mismos y en nuestro propio círculo. Incluso algunos están reaccionando con insultos y violencia cuando escuchan a alguien que piensa de manera distinta.
Desde antes de la crisis de 2019 comenzamos a presenciar una espiral de conversaciones negativas, en donde la falta de soluciones para responder a nuestras diferencias naturales como ciudadanos, nos confrontaba a desarrollar una narrativa en donde pensar distinto significa un problema y motivo de conflicto, instalando en múltiples plataformas de comunicación reacciones donde lo que prima la odiosidad.
Esto no es normal. Chile tiene hoy una población de más de 19 millones de personas entre ancianos, adultos, jóvenes y niños. Lo esperable es que como parte de nuestra individualidad y circunstancias, mostremos posturas diferentes frente a todo tipo de temas, lo que en ningún caso significa atacar o menospreciar a quienes se encuentran en la otra vereda.
Por eso creo que para romper con este círculo vicioso necesitamos cambiar esa narrativa que busca enemigos en los espacios comunes, sociales, laborales, en las comunidades que habitamos y en las ciudades.
Nos falta más compasión. Y no se trata de una ilusión burda, naif (o ingenua), de evitar decir lo que queremos para ahorrarnos conflictos. Consiste más bien en hacer saber lo que pensamos, pero en un entorno donde primen el diálogo, el respeto y la sinceridad; donde mi opinión pueda ser expresada y escuchada de la misma manera que yo lo hago con los otros. Y aquí un punto clave son las formas, cómo decimos lo que decimos. Los neurocientíficos Waldman y Newberg se refieren a este punto como la comunicación compasiva, donde la consideración y la sinceridad son claves a la hora de relacionarnos con los demás.
Desde Camiseteados estamos convencidos del poder de la diferencia. Cuando visibilizamos las historias de personas comunes, pero a la vez admirables por su espíritu de resiliencia, superación y trabajo empático/colaborativo con otros, siempre comprometidos con la resolución de problemas que afectan a nuestra sociedad, estamos dando paso al desarrollo de conversaciones virtuosas. Pero en ningún caso somos los únicos. Todos podemos promover diálogos positivos e inclusivos, y también posicionar en los medios sociales contenidos positivos en los que el valor de las personas y sus motivos de admiración sean ante todo ayudar, resolver, construir y transformar las vidas de otras personas.
La invitación es a promover conversaciones amables y estar especialmente atentos a las cosas positivas de nosotros mismos y del resto. Encontrar estas historias es la oportunidad de hacer una pausa para reflexionar sobre si podríamos reflejarnos en las acciones de esos héroes comunitarios o camiseteados, preguntarnos cómo desde nuestra esfera podemos tomar acciones que aporten al bienestar de la sociedad.
Muchos jóvenes declaran hoy en redes sociales ‘elegir el camino de la violencia’, refiriéndose a situaciones en las que se ven sobrepasados cuando se enfrentan a algo que no les gusta. Elijamos entonces un camino distinto, el de tener buenas conversaciones, esas positivas, donde no modificamos nuestros principios, pero sí somos capaces de ponernos en los zapatos del otro y entender su modo de pensar.
Está en nosotros elegir quiénes seremos en el avance hacia un desarrollo social y humano que nos enorgullezca en el futuro. Ojalá podamos ser más camiseteados, y proyectar el futuro que elegimos hacia el resto de la sociedad.
