Daniel Vercelli Baladrón, socio y Managing Partner de Manuia
Dicen que hasta de los peores momentos se pueden obtener aprendizajes y el Covid, pese al daño que generó en cuanto a pérdida de vidas humanas y una forzada separación física con nuestros seres queridos, igualmente dejó cosas positivas. Así lo demuestra el World Happiness Report 2022, el Informe sobre la Felicidad Mundial realizado anualmente por la ONU.
Desglosando el reporte, nos encontramos con un aumento general en la generosidad de las personas, efecto que se produjo en la gran mayoría de los países encuestados. La donación a la caridad, ayudar a un extraño y el voluntariado mostraron notorias alzas en relación a lo que ocurría antes de la pandemia en distintas regiones del mundo.
Quizás el tener que enfrentarnos a una situación desconocida y letal, donde más allá de las diferencias todos volvimos a ser iguales en cuanto a vulnerabilidad y peligro, permitió que aflorara lo mejor de las personas en su relación con otros, dejando de lado esa visión individualista de sólo preocuparnos por nuestro bienestar.
Y ahora que lo peor de la pandemia parece haber pasado, la humanidad se enfrenta a nuevos desafíos, también globales. Justamente, la crisis climática es algo nos compete a todos, porque el calentamiento global está provocando cambios más allá del incremento de las temperaturas, como aumento del nivel de los mares, pérdidas irremediables en biodiversidad, desplazamiento forzoso de personas que deben migrar, escasez hídrica e inseguridad alimentaria, pérdidas cuantiosas en infraestructura, y un largo etcétera, lo que está derivando en serios problemas presentes, y peores problemas futuros, para la humanidad.
Por eso, representantes gubernamentales, empresas y organizaciones civiles se dan cita en iniciativas como la COP 27, instancia en que apelando a la evidencia científica y la constatación de los efectos globales de un fenómeno como la crisis climática, se espera que surja esa colaboración a escala también global mencionada en el reporte, buscando aunar esfuerzos entre actores de distintos países para detener los efectos de esta crisis climática con una visión comunitaria. Lo dijo claramente el secretario general de la ONU, António Guterres, en el discurso inaugural de este encuentro que se realiza en Egipto: “La humanidad tiene que tomar una decisión: cooperar o perecer. Es o bien un pacto de solidaridad climática o un pacto de suicidio colectivo. Personas y comunidades de todo el mundo deben ser protegidas inmediatamente de los crecientes peligros de la emergencia climática”.
Porque de eso se trata finalmente, de pensar en el bienestar colectivo y ayudar a quienes se encuentran en problemas con acciones concretas. Y esto es algo que podemos conseguir con iguales resultados en un encuentro internacional como la COP, a nivel país y también como particulares en nuestro entorno: empresas, colegios, universidades, barrios, etc.
El cambio climático nos invita nuevamente a unir fuerzas por una causa común. Si ya fuimos capaces de superar la soledad e incertidumbre que nos trajo la pandemia, utilicemos esa energía para colaborar en torno a una meta superior que nos permita conectarnos con los demás y trabajar para proteger el planeta en que vivimos.