Javier Lopatin, investigador de Fundación Data Observatory y académico de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Adolfo Ibáñez
Estamos inmersos en un mundo que es dinámico. Incendios, terremotos, tsunamis e inundaciones; a nuestros pies la tierra se acomoda constantemente, el clima es cada vez más inestable y el océano más traicionero. La incidencia del ser humano en el calentamiento global provoca que los fenómenos atmosféricos sean cada vez más violentos y su probabilidad de ocurrencia cada vez mayor.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), en su informe de Gestión de los riesgos de fenómenos meteorológicos extremos y desastres para mejorar la adaptación al cambio climático expone que “existen evidencias derivadas de las observaciones efectuadas desde 1950 de cambios en algunos fenómenos climáticos extremos”. Chile, por su geomorfología y clima, es particularmente susceptible a varios riesgos climáticos que pueden ser además agravados por la acción del humano.
En las zonas norte y centro-sur del país estamos viviendo una época sin precedentes de escasez hídrica. El término “megasequía” lamentablemente ya es conocido por gran parte de los chilenos y chilenas, y sale a colación constantemente en todo tipo de medio. Esta escasez hídrica tiene incidencia directa en el rendimiento de la producción agrícola-ganadera a gran y pequeña escala, en el consumo personal y en todo tipo de industria que usa el agua como insumo. A su vez, los sistemas naturales cuando están secos aumentan el riesgo de incendios forestales y urbanos, los que impactan a la vegetación, al suelo, y a la capacidad del sistema de retener y distribuir el agua proveniente de la lluvia y derretimiento glaciar. Es un círculo vicioso de pérdida y desertificación.
Cada territorio tiene sus particularidades y desafíos específicos para la prevención de desastres naturales. Sin embargo, el desafío de lidiar y gestionar los recursos naturales en ambientes siempre cambiantes es global. Para esto, el mundo se ha tornado al uso de tecnología y datos que monitoreen grandes territorios de forma periódica y a bajo costo: el uso de datos satelitales.
Hoy, la Fundación Data Observatory (DO) y el grupo de Observación de la Tierra de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI Earth Observation) son parte de la Red Labot, agrupación de laboratorios latinoamericanos de observación de La Tierra, en el que participan NASA, Amazon Web Services (AWS) y la Environmental Systems Research Institute (ESRI). Aquí, participamos activamente y en colaboración con otros institutos, fundaciones y universidades de América Latina para desarrollar aplicaciones y algoritmos que nos permitan observar constantemente nuestro país, comprender nuestra vulnerabilidad y anticiparnos a los desastres naturales.
Chile tiene la capacidad tecnológica y técnica para enfrentarnos a estos desafíos: en colaboración con la agencia australiana de investigación CSIRO Chile, la UAI y el DO administran la plataforma de análisis de datos satelitales Data Cube Chile. Con esto, esperamos profundamente ayudar a la comunidad científica y al Estado a observar y desarrollar herramientas de gestión territorial para hacer frente colectivamente a los desafíos administrativos y ambientales actuales y futuros.