Ignacio Cruz, Director Asociado de Symnetics
La semana pasada el Senado aprobó la adhesión de Chile al Acuerdo de Escazú. ¿Qué significa esto? Una vez que el Presidente lo promulgue, nuestro país y su agenda de sustentabilidad se enmarcará en el Acuerdo Regional a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe. Es decir, Chile se compromete a la “creación y el fortalecimiento de las capacidades y la cooperación, contribuyendo a la protección del derecho de cada persona, de las generaciones presentes y futuras, a vivir en un medio ambiente sano y al desarrollo sostenible”.
Además, en Chile ya entró en vigor la Ley REP (Responsabilidad Extendida al Productor) que tiene por objetivo disminuir la generación de residuos y fomentar su reutilización, reciclaje y otro tipo de valorización con el fin de proteger la salud de las personas y el medio ambiente, dándole cierto contexto de economía circular.
Y de economía circular sí que hemos estado oyendo en los últimos años. Esta idea ha permeado en muchos espacios de nuestra sociedad, desde aquellos relacionados al consumo y producción de bienes y servicios, a aquellos de las políticas públicas y en nuestros hogares. La economía circular no solo es una lógica de cuidado ambiental restrictiva, sino que va de la mano del desarrollo; genera un llamado a la acción para revisar los ciclos de vida de materiales y productos dejando atrás un modelo lineal de uso-consumo-desecho; es un llamado a pensar en nuevos modelos económicos con base a una visión sistémica y sostenible y a actuar desde estas bases por una transformación.
El Estado está tomando medidas para que la sustentabilidad y la economía circular sean una realidad que ayuden a cuidar el medioambiente y en eso nos entrega un marco regulatorio, mecanismos para actuar, pero la responsabilidad de mejorar las condiciones medioambientales está en nosotros, en cada uno de nosotros. Como personas naturales, organizaciones particulares. Debemos transformar nuestra cultura para contribuir a estos cambios.
La economía circular tiene justamente esta gracia, que todos podemos ser parte de la solución y crear conciencia de lo que consumimos. Desde las empresas y en nuestra vida personal necesitamos entender que todo desecho responde a un error de diseño y corresponde buscar corregirlo. No sólo fijarnos si los envases son reciclables, sino observar desde cómo se produce, cuál es el origen, hasta qué sucede con el desecho ¿se puede reutilizar? ¿se puede transformar en algo nuevo? Debemos hacernos ese tipo de preguntas, hacer seguimiento de los productos y servicios que consumimos para poder hacer elecciones compatibles con la sustentabilidad y lograr hacer este cambio.