Juan Ignacio Guldman, gerente de operaciones de Völmark
No cabe duda: la bicicleta está de moda. Cifras de venta históricas en todo el mundo, aumentos en torno al 70% de las búsquedas de rutas en Google, una explosión de nuevos modelos y su presencia en todo plan vinculado a la sustentabilidad son sólo una pequeña muestra de que la bici dejó de ser un elemento deportivo y es ahora una compañera en el día a día.
De hecho, un estudio realizado en 2021 arrojó que para casi el 17% de los santiaguinos representa la forma óptima de trasladarse, superando a los taxis, micros y scooter, y concluyó además que el 5% de los capitalinos ya la utiliza para llegar a su trabajo.
Y es que sus beneficios son múltiples: mejoras en la salud y calidad de vida, ahorro de costos y el fomento de una cultura más sostenible y respetuosa con el medio ambiente, son algunos de los que han llevado a miles de personas a dejar el auto en casa y unirse a la cultura de las dos ruedas. Si se trata de referentes, las miradas se van automáticamente a Europa, donde el desarrollo sustentable está mucho más arraigado y la electromovilidad tomó protagonismo hace varios años. Hago referencia a ello pues las bicicletas eléctricas son el mejor aliado para quienes no están acostumbrados al ejercicio intenso y quieren eliminar el automóvil de sus vidas. El pedaleo asistido elimina obstáculos de distancias, entrenamiento o el miedo a llegar a destino en otras condiciones que no sean las óptimas para comenzar la jornada.
Hasta acá todo bien, la bicicleta se masifica, cuidamos nuestro presupuesto, la salud y el medio ambiente tan golpeado por la crisis climática. En teoría así debiera ser, sin embargo, no se da en la práctica. ¿Qué pasa? Desde nuestra perspectiva existen dos grandes deudas pendientes. La primera es la barrera económica. En el caso de la electromovilidad liviana, debemos generar políticas públicas conectadas con los usuarios y sus necesidades, instaurando nuevas fuentes de financiamiento que acerquen este tipo de transportes, en particular la bicicleta eléctrica, a todos los estamentos. De este modo, podremos acelerar las metas y apostar a que al 2035 el 100% de las ventas de vehículos livianos y medianos sean cero emisiones.
La segunda tarea, y más importante aún, es la infraestructura y la seguridad. Increíble revisar una reciente investigación internacional de Ipsos, que arrojó que siete de cada diez chilenos y chilenas consideran que es demasiado peligroso viajar en bicicleta en su ciudad, cifras que nos posicionan con el peor resultado del mundo. Tenemos que ser capaces de responder a esta señal y priorizar proyectos de educación vial e infraestructura que generen las condiciones necesarias para que la bici siga siendo una opción real.
En definitiva, tenemos una gran oportunidad y bien vale destacarla en este nuevo Día Mundial de la Bicicleta. Las bondades de este medio de transporte son evidentes y de todos nosotros, empresas, gobiernos, sociedad civil y también los usuarios, depende avanzar y algún día celebrar el habernos convertido en un país apto para pedalear.