Javiera Araya, directora interina Fundación NTT DATA Chile
Comprender y articular el emprendimiento científico e innovador es necesario para ampliar, modificar y desafiar al sistema emprendedor, según los nuevos retos que presenta la vida moderna. De esta manera se cursa una ruta de apoyo y crecimiento que sea pertinente con las necesidades y requerimientos que tienen las empresas de base tecnológica, alineados con los planes de desarrollo nacional e internacional que permitan generar impactos positivos en la sociedad y el medio ambiente.
En el Segundo Estudio de Caracterización de los Emprendimientos de Base Científica-Tecnológica de Chile, publicado a fines del año pasado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, se detallan las principales características que identifican a los emprendimientos de base científica-tecnológica en el país. Son iniciativas mayoritariamente jóvenes: 84% tiene menos de 10 años desde su constitución y se concentran en las principales ciudades de la macrozona centro, Región Metropolitana y macrozona sur.
De acuerdo con el mismo reporte, los orígenes de las empresas de base tecnológica provienen del ámbito académico (50%) y el empresarial (36%), e impulsan en su mayoría tecnologías asociadas a la biología (30%), temas digitales (25%) y a la combinación de tecnologías (25%).
Los datos que refleja este estudio se pueden validar con la sistematización del entorno emprendedor que ha participado en las últimas convocatorias del Premio Actitud que promueve la Fundación NTT DATA en Chile. Esta instancia reconoce, adicionalmente, que la presencia de equipos liderados por mujeres es minoritaria, junto con que la gran mayoría de esas mismas iniciativas tienen un origen en el ámbito académico. De hecho, el último año las soluciones tecnologías que lideraron estuvieron orientadas hacia los sectores de medio ambiente, telecomunicaciones, salud e industria. Todas con un objetivo común: contribuir a un planeta más sostenible y mejorar la calidad de vida de las personas.
Comprender, entonces, el tremendo potencial que tiene el emprendimiento científico tecnológico es necesario para crear un camino de crecimiento e inversión que permita sostener un mejor desarrollo social.
Chile enfrenta un estado temprano del ecosistema especializado en empresas con base tecnológica y científica. Los últimos años han demostrado, sin embargo, su relevancia para abordar la incertidumbre y desafíos. Porque el escenario que se gestó, producto de la crisis social, sanitaria y económica, llevó a muchas de las iniciativas de base tecnológica a desafiar su agilidad y creatividad para seguir avanzando en su propia investigación y desarrollo, buscar soluciones pertinentes para resolver problemas sociales, ambientales y los desafíos que presenta el siglo XXI.
En el mismo contexto, es relevante aportar a que el ecosistema de la investigación y desarrollo pueda seguir desarrollándose, sofisticar y escalar. En este sentido, es importante entender que las iniciativas de base tecnológica requieren apoyo y un acceso al financiamiento de largo aliento.
Es preciso que más organizaciones públicas y privadas participen, favoreciendo no únicamente el financiamiento, sino que también, entregando apoyo a la validación, generación de espacios de visibilidad a los proyectos, promoviendo y facilitando el networking y el contacto con inversionistas. Es de gran relevancia propiciar espacios de aprendizaje colaborativos, porque así se construye un capital social que trasmite experiencias y aprendizajes a las nuevas generaciones de emprendedores. Así se desarrolla una mayor especialización académica y una expertise técnica que apoye la investigación y el desarrollo.