Fuerte, alegre, trabajadora, solidaria y querendona de su gente. Mujer luchadora que encontró en el mar el amor incondicional y su refugio de vida.
Por Denisse Mardones, WWF Chile
Para WWF la equidad de género es una pieza fundamental del desarrollo sostenible y de la conservación efectiva, y es parte integral de su misión para garantizar que se compartan equitativamente los recursos del planeta, como lo destaca en sus políticas. En esta línea, integrar una perspectiva de género implica ir más allá de entender las diferencias de género a promover relaciones de género y oportunidades más equitativas, así como crear condiciones justas en las cuales se beneficien mujeres y hombres por igual y no se perpetúe la desigualdad.
Uno de los focos de este trabajo en Chile es la pesca artesanal, donde la mujer juega un rol muy importante en diversos eslabones de su cadena, el cual muchas veces se invisibiliza y se efectúa de manera precaria. Sin duda ha habido avances, como la modificación a la Ley N°18.892, General de Pesca y Acuicultura, que permitió establecer una cuota de género en la integración de los órganos y el registro pesquero artesanal que ella regula, entre otros beneficios. Pero aún persisten grandes desafíos.
En este contexto, te invitamos a conocer una serie de historias de mujeres pescadoras, la primera de ellas es María Eugenia, de Horcón.
A María Eugenia Ogaz (63) la encontramos en la playa, al lado de los botes y de los espineles. Llegó a las 7 de la mañana para remendar las redes, tarea que consiste en reparar con aguja, casi como quien zurce un calcetín roto, las redes de pesca que han dañado los inquietos lobos marinos. Esta tarea le permite reutilizar las redes y asegurarse de que sigan siendo útiles para la faena de pesca. “Acá siempre hay algo que hacer, el trabajo de la pesca incluye todo; antes, durante y después de pescar”, comenta.
La “prima”, como le dicen sus compañeros pescadores, o simplemente Eugenia, vive en Horcón, localidad típica del litoral central de Chile, perteneciente a la comuna de Puchuncaví, en la región de Valparaíso, donde conviven pescadores artesanales, artistas y artesanos, cuya población residente es de 3 mil personas aproximadamente, aumentando a más del doble en época estival.
Una treintena de botes coloridos descansan en la playa, Eugenia cuenta que están preparándose para salir estos días a la merluza, pero que deben ver cómo va a estar el tiempo “si viene viento no salimos, si hay luna llena afecta al congrio, porque solo puede ver de noche y con la luna no podremos pescar. Tenemos sabiduría de esas cosas, pero también puede pasar que podemos salir a la mar con las mejores condiciones de clima y, aun así, tener mala suerte y no encontrar pescado, porque así es la pesca, aventurera”.
Aprendió todo lo que sabe del mar gracias a las enseñanzas de su padre y de los demás pescadores de Horcón, quienes la respetan y admiran mucho. Motivada por ayudar de manera económica a su familia, compuesta por sus padres y 17 hermanos, Eugenia se hizo camino en el rubro de la pesca desde muy niña, cuando con tan solo 13 años comenzó a ayudar en la caleta, para ganar dinero y apoyar en la casa. Hasta que, por fin, llegó el momento en que pudo salir a pescar como ella tanto soñaba y desde ahí ha pasado medio siglo hasta hoy, haciendo vida e historia en el océano.
Realidades de una mujer de mar
A nivel nacional, más de 23 mil mujeres (pescadoras, patronas de lanchas, recolectoras y buzas), en su mayoría jefas de hogar, se encuentran inscritas en el Registro Pesquero Artesanal (RPA), según cifras de SUBPESCA. Recientemente se ha hecho una modificación a la Ley General de Pesca y Acuicultura, para establecer una cuota de género en la integración de los órganos y el registro pesquero artesanal que ella regula, la cual reconoce las actividades conexas de la pesca artesanal, lo que sumaría alrededor de 20 mil mujeres más.
Eugenia menciona que le parece positivo para las mujeres ya que podrán optar a beneficios. “Yo he sido pescadora toda una vida, a mí nadie me ha regalado nada, y con mucho esfuerzo he salido adelante, así es que estaría bueno recibir ayuda, porque las mujeres somos luchadoras, la mujer cuida y protege y eso hay que valorarlo”, comenta.
Eugenia cuenta que hace unos años debió vender el “Toronto”, su embarcación pesquera, porque producto de la fuerza que hace en la faena, se le generó una hernia y tuvo que operarse. El dinero de la venta de su lancha le permitió costear los gastos de salud. “El trabajo de la mar es duro, se hace mucha fuerza, yo antes iba a calar 3 o 4 espineles y los levantaba sola. También he pasado mucho frío, horas con mi ropa toda mojada de pies a cabeza y ahora tengo problemas a los huesos”, relata.
Cuando Eugenia se embarazó, dejó de trabajar, “el médico me dijo que tenía un cuerpo muy duro donde hacía mucha fuerza y que si quería tener a mi hijo, debía cuidarme, así es que estuve en cama y finalicé bien mi embarazo, gracias a los cuidados de mi mamá, pero no pude amamantar, así es que apenas me sentí bien, comencé a trabajar nuevamente para tener recursos y comprarle lo mejor a mi hijo para que creciera sano, no quería que tuviera carencias como yo”, señala.
Eugenia es una mujer feliz, ama el mar, la playa y la vida que lleva de pescadora junto a su gente, como ella les dice a sus compañeros pescadores. Repentinamente se despide, porque ya contó mucho de su historia “y tengo que seguir trabajando, me falta terminar de remendar y luego me voy a los pescados allá dentro”, dice riendo, mientras camina a su encuentro con las redes.