Tadashi Takaoka, Gerente General Socialab Chile
Cuando hablamos de startups, inevitablemente pensamos en Silicon Valley, la Meca de las startups más famosas del mundo. Es tal su nivel de relevancia que además de ser fuente de tendencias, también lo es en el lenguaje: de allí nace el concepto de “unicornio”, empresas que logran valorizarse en más de mil millones de USD. En Chile, y con gran orgullo (que comparto) ya tenemos a nuestros flamantes unicornios y esperamos que pronto sean más
¿Pero qué pasa cuando vemos el sistema detrás de los unicornios? Silicon Valley da la sensación de haber sido modelado para ser lo que es, pero en su historia hay mucho de serendipia en el relato, y sobre todo, una serie de condiciones de base que no necesariamente tenemos el resto: cultura, acceso a talento de alto entrenamiento técnico, visión sobre los negocios, definiciones políticas de base, entre otros.
Pero lo que más se discute hoy son los efectos negativos no previstos de Silicon Valley: el encarecimiento que tuvo San Francisco debido a los altos sueldos de los perfiles tecnológicos y la concentración de mercados, como por ejemplo Amazon que tiene más del 50% de participación en el retail online. No podemos tener sólo Silicon Valleys. No es el único modelo (además de que es extremadamente difícil replicar sus condiciones).
¿Pero en la práctica, hay otros modelos? Alemania por ejemplo no busca unicornios, sino que empresas de gran tamaño que están muy especializadas y que son interdependientes: algunas fabrican chips, otras procesadores, otras carcasas y entre ellas ensamblan un producto de muy alta calidad. Es un modelo interconectado que hace una matriz económica más robusta. Algunas se especializan en un tópico como Malta y su mirada de ser “La isla del Blockchain” desarrollando todo un ecosistema orientado a esa tecnología.
Latinoamérica tiene una oportunidad también en la innovación social. En una mirada transversal de no construir nuevos multimillonarios necesariamente o mega empresas, sino que en cubrir las necesidades de desarrollo de forma equitativa. Claramente, se requiere dinero para esto, pero si algo hemos aprendido hasta ahora es que la presencia de muchos “unicornios” y un PIB abultado no resuelve la desigualdad ni la pobreza por sí solos, así que claramente no es solo un juego de acumular dinero. Hay algo más que debemos descubrir.