Javier Lopatin, académico de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Adolfo Ibáñez.
El suelo es el mayor sumidero de carbono terrestre del planeta. Uno de los temores de muchos científicos es que al calentarse el planeta este puede liberar una parte importante del carbono del suelo, convirtiéndolo en un emisor de gases de efecto invernadero. El suelo no es únicamente piedra molida o minerales: está lleno de vida y microorganismos que sustentan muchos de los servicios ecosistémicos que permiten la vida en la Tierra.
La actividad microbiana tiene un gran efecto en la atmósfera, especialmente en la forma en que los microbios ayudan a convertir y almacenar el carbono orgánico del suelo –pensemos en todas las hojas caídas, los tocones de los árboles en descomposición y las hierbas–, manteniendo ese carbono fuera de la atmósfera. Esta materia orgánica no solo actúa como sumidero de carbono, sino que también le da al suelo su capacidad de absorber agua y retenerla, evitar las inundaciones, así como de ser una fuente nutritiva de energía para la vida vegetal natural y plantaciones productivas.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) advierte que el sistema alimentario mundial está en crisis debido al eminente decaimiento de la producción agrícola producto del calentamiento global. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) advierte a su vez de crecientes problemas en torno a la biodiversidad microbiana y la productividad del suelo, la disminución de capacidad de retener agua y secuestrar carbono. Lamentablemente, mejorar las condiciones de un suelo degradado es en general costoso y su formación natural toma milenios. Es por esto, que es necesario mantener la calidad de nuestros suelos mediante prácticas productivas que eviten la erosión o pérdida del suelo y su contaminación, ya que es el patrimonio natural actual que sustenta toda la vida.
Chile es uno de los pocos países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que al presente no cuenta con una Ley de Protección de Suelos, aun cuando diferentes sectores lo han solicitado por décadas. Esto es inexcusable teniendo en cuenta que para el 2050 se estima que la superficie disponible de suelo se reducirá a la mitad, con lo que se hace imposible producir alimentos para una población mundial proyectada de 9.000 millones de personas (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura – FAO-ONU). La única alternativa es incrementar significativamente los rendimientos de los cultivos, que en suelos cada vez más empobrecidos es prácticamente imposible.
A su vez, los cambios en las dietas de la sociedad contemporánea exigen un uso muy intensivo del suelo, principalmente por el aumento de la demanda de carne y productos lácteos, que se traduce en incrementos de más de 1.000 millones de toneladas de cereales y 200 millones de toneladas de productos ganaderos para el 2050. Finalmente, la inequidad sobre el acceso al suelo no resulta ser muy distinta a la que se observa para las riquezas financieras. El quintil más acaudalado de la población dispone del equivalente a productos generados por más de 5,5 hectáreas para cada persona, el resto del mundo solo dispone de 1 a 2 ha/persona. Esto se ha visto ejemplificado en nuestro país en la acumulación de suelos por pocos inversores.
Las estimaciones anteriormente mencionadas se refieren solo a las superficies de suelo que pueden ser cultivadas o destinadas a la producción animal, que en conjunto suman alrededor de 23,5 millones de hectáreas en Chile. Esto es menos de un tercio de la superficie nacional (CONAF), por lo que proteger debidamente esta pequeña proporción de terreno debiese ser nuestra prioridad.
Según la FAO, en Chile continuamos perdiendo suelo de forma irrecuperable debido principalmente a i) el avance urbano; ii) la contaminación por elementos tóxicos y compuestos orgánicos persistentes en la agricultura y minería; iii) la falta de concientización, conocimiento y educación en temas relacionados al suelo; iv) la ausencia de un cuerpo legal y de políticas públicas orientadas a la protección del suelo; y v) la más relevante, su actual estado de degradación física, química y biológica, producto principalmente por las malas prácticas de la Ley de Fomento Forestal.
En el contexto del Día Mundial del Suelo (05 de diciembre), debemos trabajos con mayor foco en crecer como país y avanzar en la generación de nuevas prácticas productivas que garanticen la conservación del patrimonio escondido e ignorado de Chile: sus suelos.