Jose Aguirre, Gerente General, Neyen Apalta Estate.
Apalta es sinónimo de calidad, historia vitivinícola y aplausos internacionales. Ubicado al interior del Valle de Colchagua, está conformado por 800 hectáreas dedicadas a la producción de viñedos y cultivos. Durante años este valle ha destacado en el mundo por las extraordinarias condiciones de su terroir, donde hacen historia reconocidas viñas que han logrado posicionarse con sobresalientes vinos premiados en los principales certámenes internacionales, reconocimiento que no ha logrado calar en el consumidor chileno.
Hoy en pleno 2021, los canales de venta y el consumidor final reconocen al valle de Colchagua como origen de tintos de calidad; sin embargo, Apalta no recibe la misma atención. Y es que las viñas que hay en ese sector son muy pocas, y hasta hace poco, Apalta no era considerada como Denominación de Origen. Si bien los vinos de Apalta obtienen puntajes y reconocimiento a nivel internacional, las bodegas que están involucradas no han sabido capitalizar ese reconocimiento de cara al consumidor nacional. Una tendencia que los viñateros de Apalta buscan revertir.
Dentro de los avances que ha logrado esta zona, de la mano de la Asociación de Vinos de Chile, es que desde el 2018, es aceptado como nueva Denominación de Origen de Chile, una validación muy importante en la industria del vino, ya que reconoce un producto cuya calidad y características se deben exclusivamente al lugar geográfico en el que se produce; a lo que se suma que el año 2019, Apalta fue elegido entre los 50 mejores del mundo para visitar. En este valle podemos encontrar reconocidas bodegas como Lapostolle, Montes, Ventisquero y Neyen Apalta Estate.
Durante años, la industria no había tenido la oportunidad de desarrollar políticas en común o una difusión masiva a nivel colectivo entre las bodegas pertenecientes. Afortunadamente en 2018 se vieron los primeros cambios cuando se creó la D.O de Apalta, generando un foco de atención dirigido a los vinos del valle. El segundo paso ha sido crear una comisión dentro de la Asociación de Viñas de Colchagua, con el fin de potenciar esta nueva denominación de origen a nivel gremial. En tercer lugar, y como una de las acciones más recientes post pandemia, fue la unión de las viñas través de una estrategia común de turismo. En este contexto se creó el Pasaporte Apalta, una iniciativa que vive bajo el alero de la Ruta de Colchagua para incentivar el turismo y el conocimiento de los consumidores nacionales de Apalta.
A pesar de todos estos esfuerzos, falta un empuje a nivel nacional por parte del gobierno para potenciar el turismo nacional. Somos el cuarto exportador de vino en el mundo, producimos y exportamos vino de calidad y somos reconocidos por tener una larga tradición vitivinícola. Estamos rodeados de paisajes sorprendentes y agricultura 100% aportativa para la producción de vinos; a pesar de eso, el turista nacional prioriza opciones en el extranjero. Eso es una problemática que se debe revertir a través de políticas públicas aptas para la industria del vino, en las cuales se impulse generar mayor publicidad para las viñas chilenas; promover espacios que sean educativos en torno al vino; culturizar al consumidor sobre el vino chileno y sus beneficios, tanto para la salud o sobre ocasiones de consumo; y apoyar económicamente a distintos grupos gremiales que existen y que fueron creados para promover al vino en Chile. La industria del vino vive día a día como una entidad al margen de las propuestas del gobierno, y es fundamental generar acciones que avancen en conjunto con la industria y que sean un aporte económico y de ayuda a la imagen país de Chile.
