Paula Valverde, directora Endeavor y gerente general de Grupo Limonada
Es un hecho que el país presenta un auge en emprendimientos. Según Ipsos, un 46% de los chilenos comenzó un emprendimiento para hacer frente a los embates de la pandemia, especialmente aquellos grupos que se vieron más perjudicados por los problemas que produjo la crisis sanitaria. Sin embargo, este boom tiene una tarea pendiente: integrar a más mujeres.
Sabemos que la diversidad no es una tendencia, sino una necesidad que ayuda a contribuir a que el desarrollo de la sociedad sea integral, mientras que en el mundo de los negocios permite un mayor éxito, gracias a contar con entornos más representativos. En este sentido, el emprendimiento femenino es necesario para el desarrollo social y económico, no solo de mujeres, sino de la sociedad en su conjunto. Es relevante encontrar una paridad entre hombres y mujeres a la hora de emprender, primero, para generar un desarrollo inclusivo y, segundo, para explotar todo el potencial innovador de una sociedad.
Es por esto que me parece relevante mirar y reflexionar sobre qué podemos hacer para erradicar prácticas que siguen frenando el impulso emprendedor en las mujeres, principalmente en tres materias.
En primer lugar, uno de los obstáculos que siguen presentes en nuestro país es el hecho de que si una mujer casada en régimen de sociedad conyugal crea una sociedad o empresa nueva, debe acreditar que está actuando en virtud de su patrimonio reservado, de lo contrario será el marido quién tendrá que autorizarla para emprender. Este tipo de régimen es perjudicial, y no está acorde a los tiempos actuales.
Por otra parte, cabe recordar que en el periodo más duro de la crisis sanitaria, la pandemia borró una década de inserción laboral femenina y muchas de esas mujeres no pudieron volver a buscar trabajo. Si bien el emprendimiento es una alternativa para todas esas mujeres cuidadoras, lo cierto es que sin una red de apoyo es muy difícil emprender con éxito. Por eso, también es necesario reforzar esta ayuda colectiva que reciben las mujeres en el camino del emprendimiento, con mayores programas de capacitación y financiamiento.
En tercer lugar, no podemos dejar de mencionar que los rezagos que viven las mujeres son interseccionales y no da lo mismo si una mujer decide emprender en la comuna de Santiago Centro o en Ollagüe. Es por eso que es tan importante mejorar las brechas de acceso a la información y la tecnología, principalmente en zonas rurales, donde aún existe poca o nula conexión a internet. La tecnología es una herramienta poderosa que abre oportunidades para crear productos innovadores y acerca a las mujeres que viven en lugares remotos a emprender en ámbitos que antes eran impensados. Bajo esta premisa, el acceso a capacitaciones y recursos para el desarrollo de proyectos, que buscan fomentar el emprendimiento femenino, tienen que ajustarse a las diferentes realidades de las mujeres.
El emprendimiento es una manera de apoyar a las mujeres en situaciones vulnerables y que puede mejorar con creces las perspectivas económicas de sus familias. Por eso, así como el emprendimiento debe ser un derecho fundamental en una nueva Constitución, también lo es promover la equidad, garantizando que todas las personas de nuestro país puedan emprender en igualdad de condiciones. El proceso histórico que, estamos viviendo como país, nos abre la oportunidad de vivir en un territorio más justo y con mayor equidad, y de hacernos cargo de todos estos obstáculos que continúan frenando el emprendimiento femenino.