Alejandra Fuenzalida, directora ejecutiva United Way Chile.
Cuesta creer que existiendo tan amplia evidencia sobre los beneficios de la educación temprana para los niños y niñas y para las sociedades en su conjunto, la Cámara de Diputados haya rechazado recientemente el proyecto que establecía la obligatoriedad de la educación parvularia de segundo nivel de transición o kínder obligatorio.
Una vez más, las necesidades de niños y niñas de la primera infancia quedan postergadas, considerando que el Kínder obligatorio forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, un compromiso que adquirimos como país y que se traduce en adoptar medidas que garanticen al menos un año de educación preescolar de calidad.
Asimismo, la evidencia internacional lo confirma. La OCDE destaca que en prácticamente todos sus países los alumnos que han pasado por el preescolar, tienen mejores resultados en pruebas de ciencias, matemáticas y lectura satisfactoriamente al llegar a los 15 años.
De hecho, en un informe publicado en junio de este año, dicha entidad recomienda a los países que redoblen esfuerzos para ofrecer educación y atención de la primera infancia 0
asequibles y de alta calidad, y así brindar a todas las personas mayores oportunidades para alcanzar su máximo potencial y mejorar la movilidad social.
Este rechazo en la votación pone en evidencia la falta de empatía con un sector que es totalmente vulnerable, como son los niños y niñas en edad preescolar, y tal vez está dada porque la mayor parte de quienes no acceden a la educación en la primera infancia están invisibilizados en los sectores más vulnerables y rurales de nuestro país.
Hoy, en plena construcción de una nueva Constitución para Chile, esperamos que realmente se considere la importancia del acceso a la educación en la primera infancia, ya que trae grandes beneficios en el futuro de los estudiantes, y que, tanto el mundo público como privado, trabajen en conjunto para entregar una educación más equitativa para todos los niños y niñas.