Juan Ignacio Guldman, gerente de operaciones de Völmark,
La realidad no se puede reducir a cifras, es cierto, pero a veces es bueno darles una mirada si queremos plantear una problemática y, por supuesto, motivar a una solución. Cada año, los desastres naturales conducen a 26 millones de personas a la pobreza, siendo las comunidades más pobres, que se ubican en áreas más vulnerables de la ciudad, siempre las más afectadas.
Asimismo, de acuerdo a la ONU, se espera que al menos 130 ciudades portuarias, con más de un millón de habitantes cada una, sean afectadas por inundaciones costeras. En otras palabras, es innegable que los territorios están sufriendo cada vez más los efectos del clima, como las inundaciones, las sequías, el aumento del nivel del mar, las olas de calor, los deslizamientos de tierra y las tormentas, entre otros.
Y es que efectivamente, usualmente cuando pensamos en la crisis socioambiental que vive el planeta, tendemos a asociarlo al cuidado de los bosques, la protección de los océanos, la flora y la fauna, olvidando que contar con ciudades más resilientes y sostenibles resulta crucial. Eso es, justamente, lo que busca relevar el Día Mundial de las Ciudades, una fecha definida por Naciones Unidas para poner el centro el debate de cómo avanzar en ese objetivo.
Tan relevante es este punto que en 2014 la entidad estableció una nueva Agenda Urbana, que complementa el ODS número 11, en la que líderes de todo el mundo acordaron estándares para el desarrollo urbano. En eso incluyeron distintos compromisos, siendo el que quiero destacar el relativo a la promoción de ciudades más limpias, pues la “lucha contra la contaminación del aire en las ciudades es buena para la salud de las personas y para el planeta” y para ello “los líderes se han comprometido a incrementar el uso de energías renovables, proporcionar un transporte público mejor y ecológico, y gestionar de manera sostenible sus recursos naturales”.
¿Qué ha pasado en Chile? Sin duda hemos avanzado. Se estableció como meta ser carbono neutral de aquí al 2050, y para ello la electromovilidad será pilar central, aportando un porcentaje importante de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero para lograrlo. Y se han dado pasos importantes: según cifras del ministerio de Energía, a julio de 2021, en Chile ya había \un total de 2.164 vehículos eléctricos, entre autos eléctricos a batería, camiones eléctricos, híbridos con recarga exterior y buses urbanos eléctricos. Estos últimos, con un total de 841, representan la flota más grande del mundo después de las ciudades de China.
Sin embargo, y sin querer ser críticos sino constructivos, falta mucho más si entramos al mundo de los vehículos menores. Si queremos, por ejemplo, que las personas dejen el auto y lo cambien por una e bike, no sólo debemos garantizar campañas de educación fomentando esa decisión e infraestructura vial que soporte este nuevo esquema. Las empresas tenemos la misión de proveer una oferta amplia, que se adapte a múltiples necesidades y posibilidades. A nivel público, en tanto, sería una gran contribución contar con estímulos fiscales o subvenciones para adquirir y mantener este tipo de transportes más limpio, eficiente y sustentable.
En definitiva, construir sociedades más sostenibles es una materia compleja y, a nivel urbano, lo es aún más. No es fácil tener una ciudad resiliente, donde haya acceso universal a servicios básicos y buena infraestructura. Sin embargo, debemos hacerlo porque, tal como dice el lema de este año, una mejor ciudad, es mejor vida.