Samuel Toro, Socio Symnetics
Las oportunidades se visten de manera sutil y quienes son capaces de percibirlas, son los que logran transformarlas en valor. Así, lo que hace 10 años era una idea o tendencia, hoy se transforma en una oportunidad que se adorna de manera atractiva, simple y proyectando un nivel de alta esperanza en un país llenos de dudas.
El hidrógeno verde nos desafía y nos provoca, pero somos muchos quienes consideramos que aún existe la duda de si este tendrá la capacidad de convocar. Expertos aseguran que el mercado de la industria del hidrógeno verde crecería a tasas del 15% anual al 2040. Al 2050, la demanda global de energía en base al hidrógeno verde pasaría de 2 a 22 PWh (petawatt por hora) y 100 mil empleos de mayor especialización se podrían crear durante las siguientes décadas, transformando a Chile en el mayor productor de cobre verde en el mundo.
Si nos enfocáramos en aquella gran meta, los desafíos serían aún más grandes: tener una estabilidad política y económica que permita proyectos de inversión competitivos; una cadena de abastecimiento que asegure repuestos, posventa, manufactura competitiva y continuidad operacional; formación de especialistas para la operación y mantenimiento de equipos; acelerar las curvas de aprendizajes y la colaboración con centros de formación técnica y universidades y pasar de una mirada de impacto financiero a una de impacto positivo, donde exista un nuevo relacionamiento con las comunidades.
Para impulsar esta y otras oportunidades, será necesario que el Chile de hoy se siente y converse, modele y ponga sobre la mesa los enormes desafíos que existen por delante, donde el Estado debe ser capaz de tomar un rol protagónico y no subsidiario, que habilite e integre, de manera tal de abrir el espacio común y los niveles de conciencia colectiva para avanzar, y no encontrarnos en 10 años más, pensando en lo que pudo ser y nunca llegó.
