Alejandra Fuenzalida, directora ejecutiva de United Way Chile.
La tecnología ya es una parte fundamental de la educación desde hace una década, pero ha cobrado un papel protagónico desde que cerraron las escuelas a consecuencia de la pandemia por Coronavirus. Pasó de estar presente en los contenidos que los estudiantes debían aprender, a ser parte de la logística diaria de las familias, lo que dejó en evidencia la gran desigualdad en el acceso a las tecnologías que hoy existe en Chile.
Según cifras publicadas por UNICEF del año pasado, la pandemia obligó a más de 154 millones de estudiantes y profesores de Latinoamérica y el Caribe a adaptarse a las clases a distancia, un escenario absolutamente sin precedentes en la historia del continente y que sería difícil de afrontar debido a que las condiciones de tecnología y conectividad no son las óptimas en toda la región, ni todas las familias tienen acceso a ellas.
De hecho, el Instituto de Investigación y Desarrollo Educacional de la Universidad de Talca, en una publicación de marzo de este año, estimó que 80 mil estudiantes dejaron de asistir a todo tipo de actividades educativas, mientras que hay otro grupo de entre 90 y 100 mil estudiantes, que han estado en situaciones muy precarias o nulas para poder conectarse a clases en línea.
Hoy, comenzado el segundo semestre y con parte de los estudiantes volviendo a las aulas, podemos decir que la pandemia impuso un desafío al mundo de la educación y al país que estuvo muy lejos de superarse, a pesar del esfuerzo de docentes, estudiantes y apoderados.
Desde que la pandemia por Covid-19 obligó el cierre de los centros educacionales, profesores y profesoras de diferentes países alertaron acerca de la inviabilidad de las clases online en muchos sectores de Chile y América Latina, adelantando un retraso en el aprendizaje de los niños y niñas de los sectores más vulnerables.
En ese momento, en Chile se repartieron insumos como tablets e internet móvil a aquellas familias que no tenían acceso, sin embargo, estos esfuerzos no fueron suficientes. Hoy, comenzando el cuarto semestre en pandemia, hay marcadas diferencias en el acceso a las clases online, las que profundizan aún más la brecha de aprendizaje que ya existía entre estudiantes de mayores y menores recursos.
La pandemia visibilizó aún más la brecha educativa, pero se transforma en una gran oportunidad para que, tanto el Estado como el mundo empresarial, trabajen en iniciativas que ayuden a revertir estos efectos y entregarles las mismas oportunidades a todos los estudiantes. Considerando que la situación de salud mundial seguirá generando incertidumbres, hay que tomar decisiones que impacten en el largo plazo, porque el desarrollo de nuestros niños, niñas y jóvenes no puede esperar.