Frederik Evendt, Gerente General Séché Group Chile
Desde hace ya más de 50 años asistimos a un cambio de paradigma donde la relación entre los diferentes actores del sector público, privado y sociedad civil, así como la naturaleza, los ecosistemas y los servicios que ellos nos prestan, tomando un viraje donde todas y todos somos uno, interrelacionados, y en constante intercambio, intentando construir una nueva forma de pensar más sostenible y que permita a las generaciones futuras desenvolverse en un mundo con iguales o más oportunidades y con mejores condiciones medioambientales. Desde el mundo empresarial, esta nueva visión se asimiló a través de un modelo de gestión denominado Responsabilidad social empresarial o RSE.
Con el objeto de mantener informados a sus stakeholders privilegiados, las empresas comenzaron así a comunicar acerca de los avances en las materias seleccionadas como prioritarias en sus políticas de RSE, obligándose a transparentar acerca de sus acciones y logros a través de reportes anuales, creando además canales de comunicación bidireccionales que permiten a los grupos de interés prioritarios interactuar y opinar, generando gobernanzas más horizontales e integradoras.
Si bien esta tendencia es muy importante a nivel mundial, como lo evidencia el estudio del 2018 del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD), el 79% de las empresas analizadas reconocen la prioridad de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Lamentablemente, tan solo el 6% de esas organizaciones alinean su estrategia y objetivos de negocio con los ODS que han privilegiado, lo que pone un signo de interrogación acerca de la real integración de estos.
Esta situación se ve refrendada por la baja incorporación de parámetros específicos de medición de desempeño. Según el Informe de PWC “From Promise to reality: Does business really care about the SDGs?”, solo un 23% de las organizaciones estudiadas que reportan sobre los ODS incluyen indicadores de rendimiento sobre su aporte a los objetivos, lo que impide evaluar el real aporte al desarrollo sostenible del planeta. Una derivada de esta falencia es que, al no tener parámetros, es mucho más complejo enmendar el camino con el fin de alcanzar las metas de los ODS al año 2030.
Otro dato interesante del estudio de la auditora internacional PWC, es la tendencia a la falta de autocrítica de las empresas. Solo el 28% de las organizaciones abordadas identificó impactos negativos de sus operaciones en los ODS. Reconocer los aciertos es tan importante como identificar los aspectos donde aún quedan tareas pendientes. No debemos olvidar que la mejora continua y los cambios tecnológicos e innovaciones empujan al sector privado a un constante cuestionamiento acerca de las mejores prácticas disponibles.
Desde Séché Group trabajamos fuertemente para incluir en nuestro cuerpo de negocio, que es la gestión de los residuos, los 10 principios del Pacto Global y los ODS. Nuestro compromiso con la sustentabilidad, la biodiversidad, la economía circular y los territorios, entre otros, es vital no sólo para lograr los objetivos que nos hemos planteado como humanidad, sino también para los aspectos financieros de nuestro grupo.
Involucrarse en finanzas verdes obliga a objetivar y medir, por parte de terceros, el cumplimiento de parámetros extra financieros. Y es lo que hemos estado haciendo desde hace ya cuatro años y seguiremos reforzando, tal como lo manifestamos en nuestro último Informe de RSE 2020, donde nos planteamos como meta para el 2022, subir en tres puntos la calificación Ethifinance, organismo que ha desarrollado una metodología específica con 150 criterios. Los invito a leer nuestros logros, desafíos y compromisos futuros con la sostenibilidad del planeta.