Hace unas semanas, Acción Solidaria, del Hogar de Cristo, organizó junto al Centro de Investigación e Incidencia (CISCAL) un seminario virtual e internacional sobre género, vivienda y situación de calle. Ahí, su director, un sociólogo de 41 años, fue el moderador. Aquí conversamos con él sobre pobreza, mujer y sinhogarismo.
Por María Luisa Galán
“La calle es uno de los problemas más extremos de la vulnerabilidad y la pobreza; son complejidades distintas pero es el lado más brutal y con consecuencias más graves. Siempre me llamó la atención cómo poder resolver ese problema y me fui dando cuenta de que está conectado con muchos otros temas: violencia de género, vivienda, migración precaria, salud mental. Siempre ha sido un tema que, lejos de agostarse, se ha ido abriendo”, dice Ignacio Eissmann (41), sociólogo, cofundador del Centro de Investigación e Incidencia (CISCAL) que hace unos días organizó junto a Acción Solidaria, del Hogar de Cristo, un webinar internacional sobre género, vivienda y situación de calle.
Su alma mater fue Corporación Moviliza, entidad de la que fue cofundador y director. Hace poco terminó sus cuatro años de estudios de doctorado en Trabajo Social y Políticas de Bienestar con doble titulación en las Universidades Alberto Hurtado y Boston College. Una parte la hizo en Chile, y otra en Estados Unidos. Su tesis fue sobre trayectorias de mujeres en situación de calle y es, a partir de este postgrado, que surge la idea de crear CISCAL, cuyo objetivo es impulsar y promover el desarrollo de estrategias integrales para terminar con la situación de calle en América Latina.
Es un centro que está en rodaje, “en formación”, como dice Ignacio. Comenzaron con actividades el 2020, cuando hicieron ciclos de conversación con expertos en el tema, como Isabel Lacalle, de Corporación Nuestra Casa y Luis Ossa, de Acción Solidaria del Hogar de Cristo. Este año, su propuesta es tener una agenda más formal de trabajo y pronto lanzarán una revista especializada sobre la temática.
¿De dónde surge la idea de crear CISCAL?
-Hay otras situaciones de sinhogarismos, como los campamentos, mujeres que están arrendando piezas y que las pierden o que están viviendo con parejas violentas y siguen teniendo el problema del techo. Me tocó conocer la experiencia europea de observatorios, de intercambio, y de ahí surge CISCAL, de no sólo tener como referente a Estados Unidos, Canadá o de Europa, sino que congregar la experiencia latinoamericana y ser una referencia de nuestra propia región y desde eso poder dialogar con todo el mundo.
¿Hay similitudes en temas de calle a nivel regional?
-Tenemos realidades y culturas similares, sobre todo en América del Sur, entonces es posible crear un cuerpo y compartir, porque tener el mismo idioma es una gran ventaja. Hay mucho trabajo dando vueltas, pero a veces están actuando separados; este espacio tiene la aspiración de crear espacios de intercambio. De hecho, para agosto estamos convocando a una conferencia latinoamericana de situación de calle aprovechando que todo es virtual.
En este más de un año de pandemia, ¿cómo has visto el escenario para las personas en situación de calle?
-Lo que para el resto de las personas, en pandemia o post estallido social, eran hechos nuevos o aislados de vulneración de derechos o de precariedad, para las personas en situación de calle es una constante. Esto está visibilizando los problemas que tienen siempre. Algunas medidas sanitarias les generan más problemas, como los toque de queda o el acceso a servicios de salud que han estado más complicados, pero para ellos es una constante.
¿Las mujeres en situación de calle tienen más riesgos, hay más discriminación hace ellas?
-Las mujeres están expuestas a muchos más riesgos y sufrir más daños: violencia, agresiones sexuales. Casi todo está pensado para hombres, los albergues, las hospederías, está todo bien masculinizado. No hay un enfoque de género y eso hace que sea mucho más difícil, entonces van acumulando un nivel de deterioro mayor. Cuando vemos el Plan de Invierno y a las mujeres que acuden, vemos que tienen problemas de salud mental no tratados o medicados, entonces se les tilda de locas, problemáticas y finalmente no se les atiende y queda la sensación que es más complejo trabajar con ellas. El problema es que se ve sólo ese día, esa expresión de lo que ocurre en ese minuto, pero no se ve la trayectoria de vida que tiene esa mujer y lo que le ha llevado a estar en esa situación.
Varios creen que las personas en situación de calle están ahí porque quieren, ¿qué tan así es?
-El tema de la decisión es un poco tramposo, porque aun cuando sea una decisión, la cuestión de fondo es cuáles fueron o son sus alternativas. A veces hay procesos no tan conscientes, sino que situaciones que van llevando a tener un episodio de situación de calle, una experiencia que después se va volviendo cada vez más permanente. En Chile el tiempo en calle es bien alto, en promedio son cuatro o cinco años. En muchos países, sobre seis meses o un año es considerado crónico, acá recién a los tres años empezamos a ver que es crónico.
¿Faltan políticas públicas?
-Sí, pero hay que mirarlo de una manera más integral. Falta un sistema de protección a la vivienda, que permita que nadie caiga en situación de calle y que permita que las personas se integren a algo. Hay programas, buenos o malos, pero el gran problema es qué pasa cuando termina la participación en esos programas, hacia dónde se integran. Es tan precario el tema de la vivienda en Chile que no hay respuesta, entonces no se puede pensar en una solución pública desde un programa. Tiene que ser desde un sistema. Lo mismo con salud y salud mental, las personas deberían poder acceder a algo que accedan todos los chilenos, no estar creando tantos programas especiales para personas en situación de calle, sino que un sistema integral.
¿Qué te parece Vivienda Primero?
-Vivienda Primero tiene que ser bien entendido porque el programa parte desde un enfoque de derechos, en que todos tienen derecho a la vivienda; ese es el primer piso. Además, de todo un proceso de intervención que tiene que estar ahí, pero igualmente importante es la integración socio comunitaria de las personas. Este programa tiene tres formas de implementarse. Como un proyecto, que tiene excelentes resultados con esa persona; como un programa como el que se está haciendo en Chile que tiene resultados para una población pero que tampoco va a solucionar el problema; o como política pública con una lógica que genere efectivamente este piso de protección a la vivienda y garantice que todos los ciudadanos tienen derecho a un lugar donde vivir. Igual como se garantiza la educación hasta cuarto medio, lo mismo con la vivienda. El único país que conozco que lo ha logrado es Finlandia, donde justamente hicieron eso.
Si te perdiste este webinar de “Género, Vivienda y Situación de Calle”, en donde participaron expositores de Argentina, Chile y Uruguay, puedes revivirlo aquí. https://www.facebook.com/131093927391130/videos/1713220942197591