El liderazgo femenino en empresas de impacto: 3 mujeres que dirigen empresas sostenibles hablan de colaboración, mirar al otro y entender que los roles se complementan

CAJA LOS ANDES
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CAJA LOS ANDES
ENEL
NESTLÉ
++BETTER
PEFC

Tres mujeres que dirigen empresas sostenibles de distintas áreas, todas clientes de Banca Ética a través de la gestión de financiamiento de Doble Impacto, cuentan cómo es liderar un equipo (muchas veces con presencia mayoritariamente masculina) y qué cosas caracterizan lo femenino al interior de las organizaciones

Al unísono, como abejas de una colmena, hablan de la colaboración, de mirar al otro, y de entender que los roles se complementan. Sobre todo, en una sociedad ávida de cambios, y en donde cada vez se hace más evidente la transformación de los paradigmas.

Colaboración, empatía, deconstrucción social y sensibilidad son conceptos que espontáneamente brotan en las conversaciones que sostuvimos con Glenda Valenzuela (Constructora Glenda Valenzuela), Luz Sotomayor (Apícola El Alba) y Bernardita Ojeda (Productora Pájaro) al momento de preguntarles por el rol de la mujer en la empresa, más aún en ámbitos en donde se hace necesario tomar decisiones y ejercer liderazgos, y sobre todo en organizaciones de impacto social y ambiental positivo como son las que forman parte de la nueva economía.Escucharlas es, en efecto, recoger la experiencia de tres mujeres que se han abierto camino en lugares en donde antes había una prevalencia, a veces absoluta, de hombres, y que hoy lideran organizaciones de impacto, visión alternativa que imprimen como sello de su conducción.

Precisamente por ello es por lo que sostienen que en las empresas los roles se complementan, no compiten entre sí, sino que aportan lo necesario para alcanzar un propósito, sea éste una producción audiovisual, la mejora de viviendas rurales o el trabajo incansable de las abejas cuando producen miel.

En lo femenino ven orden, rigurosidad, pero por encima de todo una manera de mirar que involucra al otro en todo el sentido de la palabra; desde lo que se necesita para un desarrollo profesional óptimo hasta lo fundamental para ser persona, pareja, padre o madre. Ser humano, en definitiva. Porque hoy las organizaciones -reflexionan ellas- son espacios en donde se convive con complicidad, entendiendo los temores y dudas del otro, empujando sus virtudes, acogiendo la necesidad de fortalecerse en la mutua colaboración. De alguna manera, integrando lo personal y familiar con lo laboral, todos planteamientos implícitos en la visión alternativa de empresas que forman parte del movimiento de la Banca Ética y la nueva economía, y que ubican a las personas, respecto del trato laboral, como una cuestión fundamental.

En tal sentido, parece propicio citar lo que transmite Luz Sotomayor cuando refiere el trabajo de las abejas como analogía de una organización que abraza a sus integrantes y crece en armonía con su comunidad.

“Son energías muy femeninas la base de la construcción de las sociedades (de insectos), que funcionan como perfectas. Entonces, el trabajo de las abejas es una bonita metáfora de las energías femeninas, las energías de amor y de reconocer al otro. De esta manera, pueden ser más fuertes que las energías territoriales de defender tu nido, porque te permiten abrirte para construir una pequeña sociedad”, dice. 

Como ejemplo, menciona el trabajo que se hace en Apícola El Alba y que ha permitido a sus colaboradoras, todas del mundo rural, crecer como profesionales en conjunto con la organización.

Así como Luz, Glenda Valenzuela, quien lidera la constructora del mismo nombre, subraya en cómo la colaboración es esencial para una empresa, sea ésta liderada por hombres o mujeres; sea ésta una organización que opera en el área de la construcción, otrora espacio exclusivamente masculino.

“En mi empresa trabajamos de manera colaborativa. Primero opera el área administrativa y luego el área técnica, por lo que se necesita un orden. En ese espacio destaco mucho lo que hacen las mujeres”, dice.

Abriendo un camino

Y al igual que lo hacen Glenda y Luz, Bernardita Ojeda dirige una organización, en su caso la productora Pájaro, dedicada a la producción audiovisual y principalmente a la animación.

Cuenta que años atrás se trataba de una industria mayoritariamente integrada por hombres, muy masculina, no en la forma, sino que en los hechos.

Explica que hace 10 años (en la productora) ella era la única mujer, situación que ha ido cambiando en los últimos años. “Cuando estamos en etapa de producción traemos mitad hombres y mitad mujeres. Fue espontáneo y muy bueno, entonces tratamos de conservarlo”, cuenta.

También recuerda, repasando lo que han sido sus años en la animación, que todo empezó a cambiar en tanto se comenzó a dictar la carrera, pues “aparecieron más personas interesadas y entre ellas muchas mujeres”.

“En la animación, la presencia de las mujeres se consolidó cuando apareció la educación formal. Los autodidactas eran mayoritariamente hombres. Son súper talentosas y rigurosas en su trabajo, y siempre estamos intentando tener un equipo paritario”, dice.

“Te diría que las mujeres son súper mateas”, afirma.

Cambio cultural y deconstrucción de roles

Y si tanto Glenda como Luz y Bernardita comparten la opinión de que los roles se complementan en las organizaciones, que lo necesario y urgente es mirar a las personas más allá del género, también coinciden en que, para la mujer, en general, ha sido más difícil (y lo sigue siendo) acceder a espacios de poder o de liderazgo.

Por ejemplo, Glenda trae a colación su paso por la universidad, cuando en Ingeniería casi no había mujeres, o Luz dice lo difícil que fue al principio sentarse a negociar con hombres.

“El cambio de mentalidad es una tarea social que le compete a hombres y mujeres. Es una deconstrucción de los patrones y una valoración de las virtudes femeninas desde otro lugar. No queremos mujeres que se transformen en machos o que dirijan empresas desde la óptica masculina. Tenemos que hacer una reflexión profunda como sociedad. Hombres, mujeres, el Estado y los distintos niveles; pienso en que debe ser desde la crianza hasta políticas de Estado”, opina Luz.

Glenda, por su parte, hace uso de un ejemplo para poner en evidencia que hay avances, pero que aún queda un tramo largo por recorrer.

“Cuesta mucho el cambio de roles. Por ejemplo, tengo licencia de conducir de vehículo de carga y maquinaria pesada. A pesar de que soy dueña de la empresa, si veo la necesidad de manejar un camión para trasladar material, lo voy a hacer, pero el medio te queda mirando raro. Todavía cuesta, pero ya menos. Nos criaron de una forma, con roles definidos, pero tú ves que la sociedad va cambiando y uno también tiene que cambiar el chip. Por ejemplo, antes los hombres no entraban a la cocina y resulta que cocinan increíble”, dice.

“Liderar no es fácil, requiere de mucha perseverancia, dedicación y esfuerzo, sobre todo en un rubro mayoritariamente predominado por hombres”, apunta, asimismo.

Para Bernardita, en tanto, “es muy importante que haya mujeres en roles de toma de decisión; siento que es algo que hay que empujar. Por lo general, son los hombres los que más levantan la mano (en las escuelas) cuando sale la pregunta ¿Quién quieres dirigir? Como que culturalmente se les ha empoderado con que pueden. Entonces, como consecuencia, hay menos mujeres que lo intentan, siendo que son igual de capaces. A pesar de eso, cada vez hay más mujeres muy destacadas en el mundo audiovisual. Por ejemplo, tienes a la Maite Alberdi con el Agente topo” 

Por ello sostiene que “las mujeres hemos entrado con mucha fuerza a un área, como es la animación, que era totalmente de hombres”.

A modo de cierre, valga decir que estas tres mujeres líderes de organizaciones apuntan a una cosa que queda dando vueltas, que llama a la reflexión, y es el hecho de que -como dicen- sigue implicando un esfuerzo brutal ocupar cargos de dirección y cumplir otros roles, porque la sociedad aún exige compatibilizar o, en el peor de los casos, resignarse a perder presencia en otros espacios. 

ECOLÓGICA

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