26 proyectos pudieron efectuar investigación de terreno en el Continente Blanco, con trabajos fundamentales sobre el impacto del cambio climático, entre otros temas.
El pasado 25 de febrero arribó hasta Punta Arenas el último grupo de investigadores desde la base “Profesor Julio Escudero”, del Instituto Antártico Chileno (INACH) en el Continente Blanco, cerrando así la etapa de investigación de la LVII Expedición Científica Antártica (ECA 57). Ahora solo queda en la base un reducido grupo de personas que avanzarán en los trabajos logísticos que se realizan en el nodo más importante de la ciencia polar chilena.
La base Escudero es normalmente la punta de lanza de cada ECA y este año en particular, lo fue aún mas, ya que la gran mayoría de los investigadores e investigadoras de esta temporada se concentraron en dicha estación. Cumpliendo los exigentes protocolos sanitarios para efectuar ciencia de calidad en el Territorio Chileno Antártico, se realizaron 16 actividades científicas, con 26 investigadores en terreno.
Ana Ojeda, de la Universidad Andrés Bello (UNAB), fue una de las científicas que pudo llegar a la isla Rey Jorge a investigar los metabolitos secundarios aislados de líquenes antárticos. “En términos de investigación, pudimos cumplir con los objetivos para este viaje, todo bien terminado. Fue un poco complejo para nosotros por todos los temas de seguridad y la cuarentena junto a los PCR que tuvimos que cumplir obligatoriamente, pero estamos de acuerdo por la situación pandémica que estamos viviendo. No tuvimos ningún problema para socializar en la base y usar los laboratorios a pesar del uso de la mascarilla”.
La investigadora subraya que no se tuvieron problemas con los espacios al interior de la base, ya que había mucho menos personas que en una temporada sin pandemia, por el aforo máximo estimado. “Los espacios de los laboratorios fueron súper bien usados y nadie tuvo que retirar a otra persona para usarlos. Más allá de andar con la cara tapada y no poder ver bien a la otra persona, no creo que haya sido un problema para nosotros en Escudero.”
Según el investigador de la Universidad de la Frontera (UFRO), Francisco Nájera, quien trabaja en un estudio de los ciclos de descongelación y congelación del suelo, “estuvimos todo un año encerrados con la sensación de no poder hacer todos los terrenos y uno queda con muchas ganas de salir. Fue una gran oportunidad que nos entregó el INACH de poder venir hasta la Antártica bajo todos los estrictos protocolo de seguridad que se tomaron”.
“En terreno estuvimos usando mascarillas y pasamontañas y la diferencia no era mucha, pero al interior de la base se siente, ya que estás conviviendo con gente que no se le puede ver la cara, pero con el tiempo uno se va acostumbrando. Lo que más sentimos es el nulo contacto que tuvimos con las otras bases a diferencia de otros años. Siempre nos mantuvimos alejados del aeropuerto y, estando en terreno siempre mantuvimos las distancias con otras personas”, apunta Nájera.
El investigador resalta que los objetivos de trabajo antes del viaje fueron cumplidos a cabalidad. “Aun cuando éramos muchos menos en la base y con los protocolos de distanciamiento, siempre vimos a personas trabajando, no se sentía la estación vacía, eso era reconfortante y nos entregaba una sensación de normalidad para nosotros después de tanto tiempo. Tengo que agradecer al jefe de base y todo el equipo INACH. Siempre nos ayudaron en todo y nos transmitieron mucha confianza y tranquilidad para efectuar nuestro trabajo.”
La Dra. Nicole Tefault es una investigadora de la Universidad Mayor que lidera un grupo que investiga los cambios en el tiempo de las comunidades de microorganismos que están asociadas a las esponjas marinas. Ella y su equipo trabajaron en los laboratorios de INACH que están anexos a la base Prat, de la Armada de Chile. Nos subraya que el factor tiempo es un elemento muy importante, entonces no ir o no tener campaña, o no conseguir los datos de un período era muy complicado, ya que se necesitaban para cumplir los objetivos del proyecto, por lo que, desde ese punto de vista, valora mucho los esfuerzos que se han realizado.
“Queremos entender cómo ocurren los cambios a través de las estaciones de los microorganismos que viven en las esponjas y para ello necesitamos ese factor temporal para ver si en realidad los cambios son aleatorios, o en realidad tienen que ver con el aumento de las temperaturas cuando nos acercamos al verano o aumento del deshielo para lo cual necesitamos estar yendo periódicamente. La experiencia de la ECA, en un año pandémico y bien especial, yo creo que estuvo súper bueno, existió la voluntad de hacer las cosas bien y que funcionaran, de seguir con todos los protocolos y eso se valora mucho”, añade Trefault.
Para ella, “el aislamiento y estar lejos de casa, también fue un factor importante, ya que primero los científicos que viajan a Antártica antes deben cumplir con una cuarentena obligatoria en Punta Arenas. Yo vivo en casa, así que no había estado la verdad tan encerrada, fue duro realmente, aparte que llevábamos muchos meses en confinamiento, entonces no es sencillo”.
Parte importante de esta expedición antártica, fueron las instalaciones de los sensores sismológicos en el Territorio Chileno Antártico. Rodrigo Sánchez Olavarría es ingeniero eléctrico de la Universidad de Chile y trabaja hace mas de diez años en el Centro Sismológico Nacional de dicha casa de estudios. Rodrigo, junto a otros investigadores, fueron los encargados de la instalación de estos mecanismos remotos en las bases Escudero, Prat y O’Higgins, más la instalación de un GPS en cercanías al aeródromo de bahía Fildes.
El investigador indica que fue súper difícil hacer ciencia en Antártica durante este período y entienden el contexto en el que se desarrolló esta ECA 57. Comenta que tuvieron que ir a otras dos bases, aparte de Escudero, y luego de esto volver a entrar en un período de aislamiento con el resto de los investigadores por 8 días.
“En términos de los objetivos, podríamos decir que los cumplimos en un porcentaje súper alto. La instalación de los sensores del monitoreo de la actividad sísmica se refiere a que existen equipos, pero como están lejos no perciben la sismicidad pequeña en Antártica. Hicimos las instalaciones en Escudero, Prat y O’Higgins, y hay que agregar la instalación del GPS cercano al aeropuerto en isla Rey Jorge”, afirma Sánchez.
El director del INACH, Dr. Marcelo Leppe Cartes, señaló que “sin lugar a dudas, la ECA 57 ha sido una de las más complejas que el país ha llevado a cabo. Mover cientos de mujeres y hombres dedicados a la ciencia y logística, de por sí es un desafío cada año, pero esta última ECA, la cual estuvo marcada por la pandemia, resultó muy difícil de efectuar, pero finalizó de una gran manera gracias a grandes profesionales de este servicio.
El INACH es un organismo técnico dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores con plena autonomía en todo lo relacionado con asuntos antárticos y tiene entre sus misiones el incentivar el desarrollo de la investigación científica, tecnológica y de innovación en la Antártica, el fortalecimiento de Magallanes como puerta de entrada al Continente Blanco y promover el conocimiento de las materias antárticas a la ciudadanía.