Alejandra Fuenzalida, directora ejecutiva de United Way Chile.
Al asumir la nueva ministra de Agricultura, aseguró que uno de sus principales focos será implementar una Política de Desarrollo Rural, que sin duda es una deuda que como país tenemos con nuestras regiones.
Para saldar dicha deuda, debemos comenzar a darle un nuevo significado al desarrollo, a la relación que las ciudades tienen con los pueblos rurales, promoviendo un modelo más respetuoso en el que se mejore la calidad de vida de las personas, incluyendo la sostenibilidad más allá de los recursos económicos. Producir localmente los bienes esenciales para satisfacer las necesidades reales de la población rural y con eso generar empleo y mano de obra en que se involucre más al género femenino.
Resulta crucial que al momento de implementar dicha política rural se tomen en cuenta las brechas educacionales y de trabajo para las mujeres, ya que de acuerdo a un informe recientemente publicado sobre el tema, en Chile sólo el 18,4% de la población femenina de dichas zonas cuenta con educación superior, frente al 33,3% que exhiben los territorios urbanos, siendo el trabajo de la mujer mayormente de emprendimiento y labores de cuidado, mientras que la brecha salarial con los hombres puede ser de hasta 250%.
Si bien se requiere una equidad territorial en la distribución de recursos, tanto económicos como estructurales, no debemos olvidar el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 4 de la ONU, que propone a los gobiernos: “Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todas las personas”.
Aumentar las opciones de estudio a distancia podría ser una alternativa, así como promover el teletrabajo y la contratación desde regiones, reconociendo tal vez la interdependencia urbano-rural, tanto en la generación de actividades productivas, de empleo y residencia, como también de relaciones sociales, políticas y económicas.
