Matías Aninat, Investigador de Corporate Citizenship
Hace pocas semanas tuvo lugar la Conferencia Anual de Business for Societal Impact (B4SI) para el periodo 2019/2020. Esta organización agrupa a una red global de más de 200 empresas que hace más de 20 años comparten el objetivo de mejorar la gestión, medición y transparencia de la Inversión Social Corporativa.
En dicha conferencia se dieron a conocer los resultados del Benchmark anual. Las cifras publicadas abarcan un amplio rango de industrias y geografías y, con bastante certeza, pueden representar lo sucedido en la mayoría de las grandes empresas, tanto en Chile como a nivel global, y por ende permiten sacar algunas conclusiones interesantes.
Pese a estar marcado por un contexto complejo -caracterizado por la pandemia del COVID-19, así como una proliferación de movimientos sociales, crisis económicas y cambios en el mapa político-, la inversión social que cada empresa realizó en promedio en 2020 creció un 17%, llegando a US$15,7 millones por compañía. En este sentido, un contexto cambiante no significó inhibir la contribución social de las empresas, sino que, en muchos casos, profundizarla.
Muchas de estas compañías no solamente han optado por efectuar contribuciones en efectivo o especies, sino que también han impulsado a sus trabajadores a realizar horas de voluntariado pagadas por la compañía, en la comunidad. Durante los años 2019/2020, cerca de 500 mil colaboradores se involucraron en actividades de este tipo, sumando un total de 5,4 millones de horas, lo que representa un alza cercana a un 20% respecto al periodo anterior.
Los miembros de B4SI no sólo miden la inversión en la comunidad sino el impacto que dichas inversiones permitieron. Al sistematizar sus donaciones, las compañías adquieren claridad respecto a cuáles causas sociales desean contribuir y visibilizan en qué lugar existen oportunidades para hacer un aporte diferenciador. Por otra parte, el marco B4SI no solamente permite medir impactos hacia los beneficiarios directos, sino también a las organizaciones donde contribuyen. Así, se logra examinar el know-how traspasado a las fundaciones por ejemplo a través de instancias de asesoría directa, lo que además cimienta una relación colaborativa entre la empresa y la fundación.
Por último, es relevante señalar que en la inversión social se observa un elemento funcional al negocio de la compañía. En ese sentido, las empresas cuentan con una oportunidad para generar métricas que permitan reportar los beneficios que conllevan estas actividades, como, por ejemplo, una mejor reputación corporativa o un incremento en el orgullo de trabajar en una empresa. De esta manera, vemos a empresas que van más allá de la caridad, hacia un modelo robusto de inversión social corporativa, donde bajo lineamientos de transparencia y gestión, son capaces de dar cuenta de los aportes sociales y sus impactos a todos sus grupos de interés, incluyendo a los accionistas de las empresas como a sus comunidades.