Por María Jesús García-Huidobro, gerente de marketing de Laborum.com
El trabajar por los derechos igualitarios de las personas se ha vuelto una prioridad en el mundo y en nuestro país. Un ámbito en el que se debe poner énfasis es el laboral, donde a pesar de los avances que han habido, aún existen situaciones que estos días no deberían ocurrir.
El año pasado las denuncias a la Dirección del Trabajo subieron un 17% respecto del año anterioren, recibiendo más de 3.200 denuncias asociadas a violación de derechos y más de 500 por acoso sexual. Un primer paso para comenzar a revertir esta situación sería concientizar sobre qué es un hecho violento, dejar de normalizar situaciones de este tipo, junto con fortalecer los protocolos y una cultura interna de las organizaciones.
¿Por qué es importante comenzar desde ahí? Según una encuesta realizada por Laborum.com, el 43% de los encuestados no sabe la diferencia de los distintos tipos de violencia que se pueden ejercer en dichos espacios y un 41% afirmó que en su empresa no existen instancias para generar conciencia al respecto.
La violencia no es solamente sexual o física, se puede ejercer de manera simbólica, económica, psicológica, racista, y contra las expresiones y orientaciones de género, entre otras formas. Quizás hay muchas de ellas que pasan desapercibidas y no llegan a denuncias porque no hay conciencia siquiera de que ocurren. El 2019 la Organización Internacional del Trabajo lanzó el Convenio 190 sobre la eliminación de la violación y acoso en el mundo laboral, pero según datos de Laborum, un 65% de los encuestados jamás habían escuchado de él.
Es importante comenzar a poner atención al problema. La pandemia incrementó el estrés y los índices de violencia en espacios privados y aunque en algunos rubros el teletrabajo se volvió una opción, lo presencial no es inherente de la violencia ya que esta puede traspasar incluso la virtualidad. Las acciones deben contemplar capacitaciones, sanciones, estrategias de prevención y acompañamiento a víctimas. El trabajo de asegurar espacios laborales libres de violencia debe comenzar desde las cabezas de las organizaciones y las jefaturas. Por más que existan protocolos y leyes al respecto, si es que quienes lideran los equipos no los cumplen no se generará una cultura de respeto.