Claudio Ramírez, socio de Consiglieri
“Soy una persona a través de otras personas. Mi humanidad está ligada a la tuya, porque sólo juntos podemos ser humanos”, dice un proverbio Zulu.
Mismo proverbio que alude al Ubuntu, una filosofía y/o regla ética sudafricana, enfocada en la empatía, lealtad y el bien común. Un concepto un poco naif, para algunos, pero que cada día toma más fuerza y sentido, tanto por el contexto actual como por lo que vamos a vivir.
Así, estamos cerrando un año distinto, marcado por la pandemia, las réplicas del estallido de octubre, los retiros del 10% de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFPs), etc. Todo en un convulsionado entorno social, político, sanitario y económico, junto con mucho descontento, en diversas esferas y ámbitos.
Pese a ello, surgieron hechos que no deben pasar desapercibidos, ya que fue un año donde vimos a varias (os) líderes, que habitualmente no hablaban ni actuaban, por diversos motivos, ahora hablando y actuando, tanto de manera individual como gremial.
En marzo, fuimos testigos de cómo empresas y empresarios, reunidos en la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) lanzaban el primer Fondo Privado de Emergencia para la Salud, el cual se transformó en la canalización de diversas ayudas, incluida la llegada de los ansiados respiradores mecánicos.
Luego, presenciamos como Álvaro Jalaff, CEO del Grupo Patio, promovía La Otra Utilidad, una iniciativa que se plasmó en el congelamiento de los arriendos de locales a sus clientes Pyme, créditos a tasa cero y con meses de gracia, cero despidos y el no uso de la Ley de Protección del Empleo, junto con la mantención de los compromisos salariales de sus colaboradores.
Por otro lado, vimos surgir liderazgos como el de Paula Valverde, presidenta de la Asociación de Marcas del Retail, quién no titubeó en alzar la voz para defender los intereses de los locatarios.
Como cuando cuestionó el pago de arriendos, de los locales cerrados, a los malls, en plena pandemia. O cuando salió al paso de las medidas del Gobierno, señalando que era un grueso error que en la fecha que se venía el peak de la enfermedad, las tiendas debían solicitar a sus colaboradores que fueran a trabajar y a sus clientes que los visitaran.
Avanzado el año, Luis Felipe Gazitúa, presidente de CMPC, sorprendió al reconocer, públicamente, la existencia de una deuda con el mundo mapuche, la que tenía que ver, según él, esencialmente, con algo muy central como es su dignidad. Asumiendo, además, que la empresa debía plantearse desde un rol distinto y contribuir a ser parte de la solución.
En otro ámbito, José Luis del Río, presidente de la pesquera Friosur, protagonizó un hecho inédito, como fue el ingreso de sus trabajadores a la propiedad de la compañía, participando con un 20% de la empresa. Del Río, explicó que ésta era una forma de hacer empresas más humanas e incorporar a los trabajadores, pero que no era la única, sino que había “miles de otras formas”.
Obviamente, existieron otras iniciativas destacables, sin embargo, un hecho relevante del 2020 es que se nos develó un mayor activismo de la alta dirección (Presidentes, CEOs), donde las (los) líderes empresariales, no evitaron sumergirse en aguas que les eran desconocidas, entraron al debate y, sobre todo, a la acción.
Sin ningún temor a que su actuar pudiese generar desconfianza y/o recelo entre sus pares o incomodidad para sus clientes y/o accionistas. Asumiendo el rol que necesitamos hoy, que es el de alinear sus objetivos corporativos con los requerimientos de la sociedad actual, entendiendo que nadie está solo y lo que te afecta a corto o mediano plazo, al final, nos impacta a todos.
Y porque, a fin de cuentas, entendieron que “mi humanidad está ligada a la tuya”.