Reactivación del patrimonio cultural migrante post-pandemia

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Por Marco Coscione, Consultor en sostenibilidad en Gestión Social

Hace 140 años, en agosto de 1880, 60 migrantes italianos en Chile fundaron la “Società di Mutuo Soccorso Italia”, sociedad de mutuo apoyo, con el fin de brindar ayuda a los connacionales presentes y que llegaban al país, llevados por barcos procedentes principalmente de Génova, mi ciudad natal. Hoy, gran parte de los oriundos italianos que la frecuentan, son justamente de la región Liguria… no el bar-restaurante.  

Esta sociedad, en la segunda posguerra, se fusionó con la Sociedad Mutuos la Humanitaria y, en 1981, con la “Casa degli Italiani”, convirtiéndose en “Casa degli Italiani, Sociedad Cultural y Mutuo Socorro Italia y La Humanitaria Reunidas”… se trata de “la Humanitaria”, como la conocemos los inmigrantes italianos. Desde 1954, se encuentra en una linda casa en Vicuña Mackenna, en el pleno centro de Santiago, casi llegando a plaza Italia. Tiene la suerte de tener amplios y acogedores espacios desde donde sus socios siguen ofreciendo asistencia, oportunidades de esparcimiento, actividades culturales, y mantienen abiertos tanto el restaurante como las canchas para el tradicional “gioco delle bocce”, con campeonato nacional y participaciones incluso internacionales.

Siendo muy honesto… quizás haya ido tres o cuatro veces en total. Creo que las razones son sencillamente dos: la primera es que, a pesar de mis 40 años, en la Humanitaria sería un adolescente, dado el promedio de edad de sus socios. La segunda es que, lamentablemente, la calidad de la comida, por la cual nos caracterizamos los italianos, se ha perdido mucho en su restaurante. Y quizás porque tampoco veo en ella un espacio acogedor, aún abierto a recibir a los migrantes italianos, sus ideas y aportes. Por ejemplo, cuando volví por tercera vez a Chile, envié un correo a todo el directorio y nunca recibí una respuesta.

Hoy el espacio de “mutuo socorro” de los migrantes italianos se llama “Facebook”… con sus grupos de italianos en Chile se ha convertido en el lugar del diálogo virtual, del compartir experiencias e informaciones útiles, pedir apoyo para trámites, buscar alojamiento compartido u ofertas de bienes y servicios. Un espacio para compartir recetas, organizar encuentros y, en definitiva, conocerse y socializar entre connacionales. La Humanitaria, a mi juicio, sigue siendo un espacio de socialización, pero para un círculo restringido de socios y amigos, oriundos y adultos mayores, sin la capacidad de atraer a nuevos socios, más jóvenes y con experiencias de vida y migración distintas.

Mi miedo, debo decirlo, es que con el tiempo, quizás más pronto que tarde, ese espacio de mutualidad, migración e “italianidad” (con todas sus diferentes caras) se pierda… se pierda por la venta a la inmobiliaria de turno que quiera instalar un nuevo proyecto lucrativo, desplazando o eliminando el proyecto histórico y de solidaridad de la mutual. Por eso es importante que este lugar, sede de la institución italiana más antigua de Santiago, se proteja adecuadamente.

Qué bueno sería si la Humanitaria se reactivara, después de los impactos negativos de la pandemia, con un nuevo enfoque y con harta participación de los nuevos migrantes italianos, incluso construyendo alianzas con otras asociaciones de migrantes, ya que el panorama de la migración en Chile ha cambiado completamente respecto a finales del ‘800 o mediados del siglo pasado.

Para que fortalezca su espíritu solidario y sus actividades de encuentro, se necesitaría una nueva planificación, aprovechando mejor sus espacios para valorizar a los viejos y nuevos emprendimientos italianos en Chile; organizando ferias periódicas abiertas al público; con un calendario preciso de celebraciones culturales cada mes; apostando por una renovada cocina verdaderamente italiana y por las necesidades que las actuales generaciones de migrantes italianos están expresando en redes sociales.

Una reactivación del patrimonio cultural migrante, para mantener vivo el legado de décadas de trabajo y apoyo mutuo de muchas familias italianas, pero añadiendo un nuevo sentido, al paso con los tiempos: ganas de innovar, visión de sostenibilidad de largo plazo, comunicación efectiva, diseño y sostenibilidad “made in Italy” y compromiso social con el entorno.

¿“Ai posteri l’ardua sentenza”? Pues no… ojalá que los socios de la Humanitaria estén pensando ahora mismo en un camino renovado que mantenga el espíritu de antaño. Estoy seguro de que muchos nuevos migrantes italianos como yo estarían entusiasmados en apoyar un proyecto renovado e innovador para la reactivación solidaria de sus espacios y actividades.

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