Por Ziley Mora , Etnofilósofo y escritor
Chile será andino o no será. Inspirará su cultura y su convivencia en las matrices de las antiguas culturas autóctonas, o bien será una muy controlada provincia china, asiática, norteamericana, tal como antes lo fue de española. No en vano –aparte de la enajenación de nuestras aguas- ahora la CGE Empresa estratégica de energía, cuarenta años atrás estratégicamente chilena, acaba de ser comprada por China a causa de su venta española. Aparte que nadie reacciona a la flota de barcos factorías pescando y arrasado en nuestras aguas territoriales. Pero hace una semana se asomó una esperanza en América Latina. Antes que Facebook censure y que la 5G china también controle totalmente la “nube”, se bajó de la nube andina de La Paz una nueva forma de pensar la política. Mas bien se despertó una muy antigua forma de convivir. Y se hizo bajo una forma de discurso de asunción de mando.
Y me dirán lo que todos sabemos; que la pieza oratoria de Choquehuanca no pasa de ser un discurso bonito destinado sólo en los bolivianos, que lo importante es qué harán después los políticos en el gobierno; que también Fidel se cansó haciendo preciosos discursos eternos y en la isla no logró ningún paraíso; que Ricardo Lagos pronunció un muy inspirado discurso y que al cabo de su gobierno sólo aplaudieron los empresarios neoliberales, etc. Palabras más, palabras menos. De acuerdo, lo que importa es la congruencia y el testimonio con las obras, pero en esta joya de antiguos conceptos recuperados para la política, hay algo diferente. Es una primera lluvia de significados ancestrales que empiezan a repartirse más ampliamente por nuestro mundo. Paradojalmente, las redes sociales agilizadas por la 5 G ayudan a esta siembra que es lluvia fina de contenidos perennes.
Ya se sabe que nada conseguiríamos si no empezamos por casa: “Nuestra revolución es la revolución de ideas, es la revolución de equilibrios, porque estamos convencidos que para transformar la sociedad, el gobierno, la burocracia y las leyes y el sistema político debemos cambiar como individuos”. Lo interesante es que no procede del tronco occidental de la ya viciada pragmática política, sino que de la filosofía aymara del buen vivir. Superado el vicio dicotómico de izquierdas y derechas, “el nuevo tiempo que estamos empezando será sostenido por la energía del ayllu, la comunidad, los consensos, la horizontalidad, los equilibrios complementarios y el bien común…Nuestra verdad es muy simple, el cóndor levanta vuelo solo cuando su ala derecha está en perfecto equilibrio con su ala izquierda, la tarea de formarnos como individuos equilibrados fue brutalmente interrumpida hace siglos, no la hemos concluido y el tiempo de la era del ayllu, comunidad, ya está con nosotros.”
Tiempo de la jiwasa ancestral, “tu y yo, nosotros”. “Jiwasa es la muerte del egocentrismo, Jiwasa es la muerte del antropocentrismo y es la muerte del teolocentrismo. Estamos en tiempo de volver a ser iyambae, “hombre libre” en código guaraní”. Y agrega : “no somos de la cultura de la dominación, nuestra lucha es contra todo tipo de sometimiento y contra el pensamiento único colonial, patriarcal, venga de donde venga”.
Nuevo lenguaje para renovar la política que a nosotros nos reta y desafía. ¿Queremos un Chile que reemplace lo neoliberal pero adormecidos con más bio-control y vacunas, tal como una provincia china pero con nueva Constitución? Y he aquí la principal resonancia para nosotros de este discurso andino. Y es la de cuidar ser jambae como país. Porque jambae –lo recordaba este Vicepresidente aymara- “es igual a persona que no tiene dueño, nadie en este mundo tiene que sentirse dueño de nadie y de nada”. Se inicia así el lento pero imparable camino del respeto; “el camino del respeto a nuestras montañas, el camino del respeto a nuestros ríos, el camino del respeto a nuestra madre tierra, el camino de respeto a la soberanía de nuestros pueblos”. Es decir, nuestra lucha civilizatoria de chilenos es idéntica a la de Bolivia: trabajar por “un nuevo sol y una nueva expresión en el lenguaje de la vida, donde la empatía por el otro o el bien colectivo sustituye al individualismo egoísta”. Es decir, “estamos en tiempos de los hermanos de la apanaka pachakuti, hermanos del cambio, donde nuestra lucha no solo era por nosotros sino también por ellos y no en contra de ellos.